Retrato de Gilberto Owen
Enviaba a la guerra su imagen indócil para que volviera sobria y mutilada pero volvía intacta y se ponía a llorar porque no era bastante equilibrista para ser un modelo de Cézanne. Y envidiando el estable equilibrio de las frutas que posan sobre el mantel, ya más no iba a buscar por los paisajes mudables fondos que hicieran juego con él; sino pensando en la geometría de sus líneas divagaba por otoñales huertos escondidos, donde las musas tenues se ríen entre las ramas y amarrándose al pie lastres de manzanas se arrojan sobre los labios distraídos. Entonces descubrió la Ley de Owen —como guarda secreto el estudio ninguno la menciona con su nombre—: "Cuando el aire es homogéneo y casi rígido y las cosas que envuelve no están entremezcladas el paisaje no es un estado de alma sino un sistema de coordenadas." Y para defender los dulces números pitagóricos que dentro de sus nuevas proporciones cantaban, dibujaba a su lado muchachas apacibles cuya sola presencia confortaba. Pero la constancia enseñándole pronto que el amor verdadero es menos breve que los gratos objetos que lo mueven las apartó luego de sí, para quedarse solo. Y sembró en su soledad el gesto puro que amoroso cuidado nutre y guarda, para mostrarlo inalterable al día que traicionen su fondo las ventanas. Pero con pensamiento que atraviesa la densa niebla de la posteridad, para tener en paz y en regla su postura le roba al tiempo su madura edad.
1926
* Este poema, señala Nigel Grant Sylvester, pasó desapercibido, en su versión completa, para Luis Mario Schneider y Miguel Capistrán en su recopilación Poemas y Ensayos. Bajo el título "La Ley de Owen" lo presentaron fragmentariamente. En 1975 Grant Sylvester lo publica y analiza en la Revista de la Universidad (Vol. XXIX. Núms. 6-7). Creo que es esta la primera ocasión que se recoge en una antología de Jorge Cuesta.
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