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De Canción de Moisés (1984)
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Moisés Pespunteo mis días Lo que más amo, lastimo Moisés |
De la transparencia nutricia del agua provenimos. Mosché, salvado de las aguas, fue su nombre; el relámpago de la cólera, su sombra. Marcado al descuajar de su raíz a un hombre, vagó dentro de sí perdido como gota de agua en el vaso de la eternidad. Huyó al desierto perseguido por el remordimiento, el hambre, la sed de los sentidos. Los peñascos de soledad, con sus ojos de misterio desorbitado, custodiaron su camino; el silencio enloquecido del desierto despedazaba sus oídos. Largamente luchó en su pesadilla contra el alud de estrellas y de arena hasta caer al fondo de su luz dormida donde el señor limpió la cegadura de su frente. Fueron las tierras de Madián la sangre y el pan a compartir, mientras se redondeaba la luz temblando alrededor suyo. Junto a Séfora vinieron días de plácida dulzura Moisés erraba apacentando ovejas, atravesando el rumor dorado del desierto. Un día, rumbo al monte de Dios, trepó donde iluminaba al paisaje un viento solitario; allí retumbó la voz, zarzal de fuego: Yo soy el que soy. Tirado al suelo, se retorcía el cayado —culebra vertebral de las pasiones— al recogerlo, se recogió a sí mismo. Se enderezó su yo, grandioso en poderío y bajó Moisés como esplendor llameante sellado, con esa impalpable blancura de los justos. |
Pespunteo mis días |
para Alberto y Rosario Domene |
Pespunteo mis días, aliño la más inútil de mis prendas, tiro el aguijón de la susceptibilidad al cesto, las tijeras de alguna palabra inoportuna que pudiera cortar; remozo el paisaje en la retina, deshollino el pecho, limpio los tejados enmohecidos por tantas lluvias de sal en el dolor y me dispongo a nacer. |
Lo que más amo, lastimo |
Dejo caer el látigo duro de mi voz |