Material de Lectura

Miguel Ángel Flores



Selección y nota introductoria de
César Arístides




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Nota introductoria


I

Apreciada en su totalidad, la obra poética de Miguel Ángel Flores (México, 1948) es semejante a una extensa acuarela que concentra las tribulaciones, los deseos, las espesuras; los versos, encabalgados con mesura, eligen la contemplación en lugar del alarido, el ósculo delicado, al estallido de una campana sangrienta; surgen en territorios míticos donde se atrapan ríos, ciudadelas o bosques sombríos, para luego buscar el amparo en el extraño calor de una habitación de hotel o el gobelino celestial cuya franca negrura nos hereda sus fragores estrellados. Esta permanencia de color y fuertes ensoñaciones se descubre firme y creciente en cada libro, estruja con su efectivo decantamiento, nos llama a recorrer provincias inolvidables, obliga a venerar con otros adjetivos el cuerpo que buscamos acariciar o morder, con el fervor de un santo.

Expuesta con oportuna transparencia lírica, la obra, tocada por los atributos del agua, dicta sus emociones gracias a la esencia del duermevela, tras la consumación de la metáfora; nos habla de la idealización del hombre y de la historia, de sus hemorragias y las duras batallas encomendadas eternamente a la fortaleza de la divina providencia.

Como en la visita a los templos, Miguel Ángel Flores pasea con solemnidad por los distintos pasillos y celdas, puede conmoverse tanto con la bella perspectiva de una colina o la comisura de un cuerpo femenino; nunca será un místico pero admira la sacralidad y respeta los designios, los funde a sus particulares homenajes a ciudades y artistas, como lo advertimos en las estampas que se refieren a la lejana y taciturna tarde otoñal de Venecia, la disputa cerrada entre el salitre y el embrujo solar de la severa Alejandría, la saudade para una inolvidable Praga, aquella entidad incomprensible de nuestro siglo destruido: Ámsterdam y el enjundioso perfil del mar Mediterráneo.


II

Desde la aparente fragilidad lírica de Contrasuberna hasta el retorno siniestro de los ecos y los héroes, inscrito en Pasajero de sombras. Tras la reflexión de la travesía y el sueño de Saldo ardiente o el arrebato de espuma y paradojas de Isla de invierno, la obra poética de Miguel Ángel Flores es un espejo de inquietudes que reflejan su espíritu y sus lutos para señalar nuestros pechos o reforzar el estigma. Los personajes de sus sentencias o alegorías pueden ser el genio holandés de la oscuridad y de la luz, Vermeer, el fantástico Eluard, el enaltecido poeta de Praga, Jaroslav Seifert, sin dejar de nombrar al laureado Pound y su hermosa dama marchita.

En cada visita a calles o museos, catedrales o escenarios, patios o playas, entre las virtudes de Edward Hopper y Dante Gabriel Rossetti, crece un lento follaje de maduras palabras, algunas salen desesperadas de los ríos, de la sensualidad del mar o simplemente se elevan por las avenidas para estructurar un viento tranquilo, un cielo de añoranzas o armar solemnes la torre de una iglesia; hablan de huellas y umbrales, del criterio metafísico de las piedras o los naufragios suscitados en la memoria, de los postigos de una casa en la que nos devoran los murmullos. La calle se pierde en la cabellera de una mujer que duerme, el barco avanza sigiloso al corazón de todos los edificios y de todos los lamentos, para fortificar una tristeza, una melancolía persistente.

Toda la ramificación de los versos nos conduce a la desesperanza de los hombres o a su imprecisa algarabía de carnaval, suplican por el sosiego de todos los rebaños sin apoyarse falsamente en las columnas de la santidad, buscan impacientes los tesoros genitales pero no se someten a la fiebre; dueños de la pesadilla y el rumor de la devastación no recurren al detestable efecto complaciente o la imagen de oropeles literarios: es bien sabido que la añoranza posee un don enloquecedor llamado a encender el dolor de los hombres, nunca a curarlos. La angustia, los anhelos, permanecen sin importar el temperamento de los tiempos.


III

El trabajo poético visitado representa una —voraz— acuarela pacientemente elaborada cuyas tonalidades se mecen en un oleaje incesante, sin desbordarse ni forzar el ayuntamiento. Llena de aguas de mar y lenguas, de sudores y nieves, de ríos y lluvias, de salinidad púbica y tempestades, de lágrimas y nubes deprimidas, el color se transforma y atrapa la subjetividad, se retuerce en la armonía y vigila la construcción de cada poema, para otorgar una visión o un mal sueño. Miguel Ángel Flores no celebra, o al menos esconde perfectamente su festejo, sus nostálgicas virtudes son la queja ante la condenación, la zozobra descubierta en el puerto y el triste rumor de las cotidianidades. Todo esto nos confirma que el poeta ha logrado una melancolía poderosa, con numerosos rostros y presencias, insisto, inagotablemente persistentes.


César Arístides

 


 

 

De Contrasuberna (1981)

  

Regreso a casa
Venecia
Nueva Ámsterdam
Sobre un poema de Pound

 


Regreso a casa


Bajamos la colina
        avanzo entre muros
Sobre ellos crece
        el musgo del olvido

Viento en la tarde
Aromas de una primavera reciente

Algo desfallece
Se enturbia la vida en estas calles
         signos y señales me rodean

Ante la página en blanco
Todo es tan difuso

Qué incapaces somos
         de nombrar cuanto perece.

 


Venecia

 

La tempestad lava el esplendor oriental;
La niebla cubre los imperios de la tarde
Y sobre la plaza
En el incendio de una hoja
Persiste la memoria del otoño.

Paseas, Venecia, la gloria de tu belleza
Sobre las aguas,
Pero el mar anuncia malos presagios.

Se desatan las amarras,
Se despliegan las velas
En enormes alas,
El vuelo de la melancolía
Se eleva sobre nosotros
Y de babor a estribor
Pasan el viento y las horas
¿Qué faro guía nuestro rumbo?
Seducción del Adriático:
Más allá la luz y el templo
Que aún es emoción y herencia viva.

La niebla humedece la barca,
Oh, doncella de las aguas,
Qué secreto se oculta
Bajo tu manto.

 


Nueva Ámsterdam

  

En las crónicas está escrito:
La Nueva Ámsterdam fue fruto
Del engaño y la rapiña.

Hoy: movimiento frenético,
Ventanas que arden entre el aluminio y la piedra
Lluvia y polvo que graban señales.

¿Es ésta la capital del siglo XX?

Cementerios del consumo y la cultura.
Calles trazadas a cordel
Y en el centro un parque
Con verde oleaje de tedio.

La gaviota no es escultura de sal
Sino manchado plumaje.
En el lecho marino yacen los sueños
Que la edad industrial ahoga,
Y en la bahía agonizan los peces.

Los muros se elevan con orgullo.
Algún día
Nevará sobre las ruinas.


Sobre un poema de Pound

 

La muchacha de la sedería
Ya no es tan hermosa como el anterior verano.
El tiempo ha sido cruel con ella.
Se transforman los rasgos,
Se graban leves arrugas.
Ya no esparce sobre nosotros
El esplendor de su juventud.

Y yo aquí sentado, al trazar estas líneas
¿Soy acaso su reflejo?

 

 


 

 

De Saldo ardiente (1985)

 

Verano de 1982
Catedral
Saldo ardiente
[Bajo su corteza...]

 


Verano de 1982
(Claudel visita Praga)


Es sólo una calle silenciosa
Y estrecha como cualquier otra,
Con empedrado y una breve iglesia
En el corazón de Stare Mesto.
Se quedaron sin lengua las campanas
Y no se dispersan por la ciudad
las sílabas de los badajos:
Por decreto Dios tomó el camino del exilio.

Un cuervo hunde su pico
en el cráneo de un joven petrificado.
Una anciana se santigua y pasa:
su fe levanta catedrales.

 

 


Catedral


Fue tarea anónima hecha
Con el fervor del hombre
Confiado en Dios y sus razones

Una circunferencia y un centro equidistante
Pétalos de luz penumbra y oración
Bajo un salto armónico de piedra

Ascendente nervadura
De piedra
                con piedra
Y sobre piedra
Nacimiento y resurrección
De santos y demonios
Agradecimiento de reyes
Y advertencia apocalíptica

El señor y sus profetas
Y un pie gastado por el beso
Del peregrino sin reposo
Un mundo inerte que entre sombras vaga
Cuánta lívida sangre
Derramada a los pies de la luz
Cuánta voluntad de martirio.

 


Saldo ardiente

a Marie-José y Octavio Paz


Tras qué colina se puso
El sol de la razón
Desastre en llamas
Quedé inmóvil
           y fui un árbol en el bosque
Que supo la verdad de cosas nunca antes vistas
Así escribió en el principio
Y fue su lucha epopeya
Por el verso exacto
Sin importar las incoherencias

Música cabalgando sobre la página

Y como a otros hombres
Se le concedió el privilegio
De conocer el infierno en vida
Círculos del infierno
Descenso tras descenso
Versos de belleza enceguecedora
Entre hojarasca de erudición e impertinencia

Y en el purgatorio de los años postreros
Aquel poeta dijo que sus referencias
De Venecia ya no coincidían con los Cantares
Fiera imagen
                      ojo de lince
                                          desgastado tacto

Huésped de la ciudad
Que tiene la certeza de su destrucción por condena
La rebelión de las aguas
Ni renovación ni surgimiento a la vida
Aguas del olvido
Tradición en piedra que la piedra perpetúa

No la certidumbre:
Las aguas borrarán cuanto queda
La única certidumbre: la incertidumbre

Piedras de Venecia: regreso del hijo pródigo
Y celebración de nupcias con el silencio

La Hélade sobre la estrella de David
Así fundó el error
Debió pagar con penitencia
De animal hidrofóbico

Tenía la luna como estampa

          The moon my pin up

La batalla infundía vida al movimiento
¿Quién habrá de restar y de sumar y escribir
El saldo con ardientes cifras?

¿Lo habrá transfigurado la muerte?

Intentó escribir el Paraíso
No os mováis
¿Aún tiene voz el viento?
Tierra abandonada por los dioses
          Que aquellos que amó extiendan su perdón.

 

 


Mes chanson par le monde en lambeaux dispersées
Victor Hugo

Où est le vent maintenant? où es la mer? où la route
qui mʼa mené jusquʼici!
Où sont les hommes ? il nʼy a plus rien que le ciel
toujours pur. Où est l'ancienne tempête?

Paul Claudel

 

I

BAJO SU CORTEZA, el mar era una llama;
Cielo invertido, inventados astros,
Cardumen en incendio;
Fértil espacio donde crecen mitologías.
En el aire marcaban muescas.
Gritaba el rayo.
Lívido color de mármol
Y el sol era nuevo día.
Qué mejor definición que el mar,
El mar, el mar siempre recomenzando.
Granos de voz, aguas perpetuas en la pupila.
Era de madrugada, ardía el mar,
Sólo sombra de su claridad
Y la sal en la agonía de su espuma
Proclamaba para el mar la majestad de las aguas.
Tormenta, espiral y ola, piel que palpita.
Un nuevo sol sobre luna menguante.
Fatiga del áncora.
Rutas del mar sobre la efímera raya del agua.
Un trazo en el papel.
En un fragmento de la bitácora se leía:
“Agua luminosa”.
Bilis de los vientos:
Un sabor de tormenta
Guardaban los restos del navío.

 

 


 

 

De Erosiones y desastres (1987)

 

Contra suberna
Umbral
Alejandría
Septiembre de 1903
Al abandonar Sicilia

 


Contra suberna

 

Yo soy Arnault que atesora la brisa   
Y caza la liebre con buey                 
nada contra la marea                     
Arnault Daniel


Contra suberna
Así contra suberna
Contra el gran aire y la marea
Contra la tarde y el crepúsculo
Así contra suberna
Contra el tiempo
          que erosiona la piel y la piedra
Contra el sagrado monasterio de la soberbia
Contra la efímera gloria
Contra suberna
          hemos de instalar
Los reinos del sueño y el lenguaje
Contra la marea
          he de luchar con la tenacidad de las palabras

¿Qué materia memorable
          erigen los años?


 


Umbral

 

Se levanta con pies de niebla,
Un viento de invierno cruza los recuerdos.
Es la hora crepuscular, se esfumó la edad ligera,
En exilio, los placeres vagan por los arrabales de la          
    memoria.

Dónde buscar la boca que se abrió incandescente.

De tu ciudad sólo queda un patio

Semanas de lento respirar, semanas de lamentos apagados.
La conciencia de ser una presencia agria.
Semanas de mirar fugazmente
La garganta alucinada del día.

De tu ciudad sólo queda un patio perdurable

Las maldiciones de la edad.
La agonía que ya no concede tregua,
La fiebre que palmo a palmo gana un cuerpo.
Apartamiento de olores y sabores,
Y al fin se cumple el día:
La invalidez y la condena,
Y tu pensamiento es un surtidor
De ebrios sueños.
No hubo hartura de vida.
El dorado cabello y el esbelto talle, ¿qué fin tuvieron?
A triste soledad condenado,
Sentidos despiertos y una vaga sensación de la aguja
    hipodérmica,
Los ojos fijos en el alba inmensidad de un cielo falso,
La larga soledad de ocultar el dolor íntimo
Y días que son presencia yerma.

Se adormece el cuerpo,
La conciencia que se evade
Y llega a un puerto que llaman destino,
Mejor morir en secreto,
Sin testigos que hagan recuento de miserias y de lástimas.
Ah, morir a la hora en que el día alcanza su clímax.
El silencio cae sobre ti y muestra un rostro
Que será fértil territorio de gusanos y de polvo.

De la ciudad deseada sólo recuerdas un patio
Adonde llegaban hombres con cargamentos de sueños
Que la dura vigilia emponzoñaba.
En la algarabía vespertina
Creíste adivinar la bendición de un cuerpo sin mácula.

 


Alejandría


Otra vez el golpe del sol
Sobre los muros de las casas.
Otra vez el salitre que avanza
Y come la piel de lo vivo y de lo inerte.
Otra vez el plato
Y la ración consumida a desgano.
Otra vez el paseo por la ciudad
Cuando ya nada se espera.
El salitre toma su ración de tiempo.
Los veleros del verano navegan de nuevo
Y prolongan las ansias de vida
Más allá de sus amargos sueños.
Otra vez el sol
Y su elegía sobre el azul del mar
Que apenas palpita.
Pero tú juntas tus palabras
Para dar nombre al cantar del vencido.
Otra vez el salitre
Y su aliento letal
Que oxida los mecanismos
De las armas de fuego.
La ciudad enfrenta los temores
Que un día anunciaste.

Respiras la tarde.
De las horas,
Ésta es la que más intensamente
Consume un cuerpo
Roído por intactos deseos.

 


Septiembre de 1903


El poeta contempla el Mediterráneo


Al menos dejad que me engañe con ilusiones
Para no sentir mi vida tan vacía.

Antes de que el tiempo
marque la piel, enturbie los ojos.
Al menos dejad que algo colme
El hueco de mi vida.

Y sin embargo tan cerca estuve.
Y sin embargo qué tímido fui, qué cobarde.
¿Por qué sellé mis labios
Cuando dentro de mí se abría una voz
Y el deseo vestía galas de luto?

Haber estado tan cerca muchas veces
De los ojos del amor, de los labios,
De un cuerpo humedecido por el deseo.

Tan cerca muchas veces...

 

 


Al abandonar Sicilia


Entre la sed de la tierra
Se abre paso el fruto de la semilla
Y las ramas aún dan alimentos vegetales.

Arriba se dispersan las columnas,
Ceden las piedras:
Descenso de un pétreo rebaño.
El día arde inmemorial
En las alturas.

Pronuncia el verano
Un himno de azul celeste
Y la luz aún moja
La espuma del mar Mediterráneo.

 

 


 

 

De Sombra de vida (1987)


Jaroslav Seifert
Fronda rumor de Praga

 


Jaroslav Seifert
(1901-1986)

 

Sentí nostalgia de Praga                        
y me he quedado en ella hasta la muerte

J. Seifert, Praga en el sueño


Es tu verso grabado en cada piedra
Es tu sombra que se confundió con las calles
    de la Malá Strana.
Es la huella de tu sombra y la piedra en vilo.
Caminaste entre la historia de tu ciudad
Y lo que tu mirada contempló se hizo eterno.
Aguas en perpetuo movimiento:
la corriente del río empañaba el desgastado
azogue de los espejos
En el que se miran los santos del puente de Carlos.

Es tu casa donde las piedras
Abandonan su peso y emprenden el vuelo:
Torres de Adán y Eva
Formas asimétricas
    que se pierden en el cielo.
Terrazas sin sol:
Todo aquello era el reflejo
    de tus esperanzas y temores.
La mirada que se petrifica
Ante las sombras que cubren la ciudad
En el verano de humo y ceniza.
Fue tu ciudad humillada.
Fue tu lengua que arrastró
    la condena del silencio.
Historia herida.
Las campanas de la Loreta liberan sus tañidos
y una lluvia de oro la envuelve.
Árboles quemados de Kampa en invierno,
Vértigo de follajes en verano.
Manzanas doradas de las torres.
Porque amaste las estatuas barrocas.
Y aunque te demolieran, Praga,
la gloria de tu belleza,
por los versos de Jaroslav,
sería eterna.



 


Fronda rumor de Praga

 

Era un monje en desgracia
Que guardaba memoria de la plaga
Danzaba como un poseído
En el atrio de San Vito
Su figura recordaba a los monjes soldados
Orden de San Juan el hospitalario
Caballeros Teutones
Caballeros Templarios
Daba de saltos y recitaba una plegaria
No tenía rostro o su rostro era todos los rostros
Con las líneas ora precisas
ora vagas del sueño
Y su canto cada vez más alto
Se confundía con el rumor de las frondas
De los árboles del Castillo de Praga

Extendía la mano y tocaba un fantasma
La calle de los alquimistas
Fue el santuario de las quimeras
Allí Franz cultivó sus miedos

Es la ciudad que yo canté e inventé
la ciudad labrada que suma las edades intactas
El monje en su locura que salta con vértigo
Anacrónico y actual
Y a grandes gritos convocaba a los incrédulos
Praga se extendía a sus pies
Y hablaba con un rumor de frondas
Y asomaba entre los dedos de la lluvia

Los jinetes de la peste
También ahí cabalgaron
Nada cancelaba el recuerdo
Las ratas que paseaban
Entre los manjares del último banquete
La última ofrenda de la vida
Ante la ronda de la muerte

Torres de Tyn que surgen entre los vapores
Dibujo en relieve del alarife
En su devoción cabían todos los entusiasmos
Y los rezos hacían que se desprendiera la voz
Broncínea de la iglesia de la Loreta
Y las torres barrocas emitían la soberbia de
    sus formas

Apagaban la llama exacta del gótico
Castigo y condena de jesuitas
Por la subversión de husitas
Tierra del Vltava
De inciertos destinos
Avanzaba el agua sin pronunciar murmullos
Su espejo inmóvil de plata añeja
Que reproducía el salto de los puentes
Los jardines íntimos hacían olvidar
La azarosa historia
Un laberinto de puertas
Puerta tras puerta
Guardianes invisibles
La meta era imposible
Correr en pos de las estatuas
Y sólo hallar cenizas
Ascender con Sísifo
Y otra vez descender con Sísifo
Ser su esclavo y su cronista lo supo Franz

¿Por qué es tan triste la lluvia en Praga?

Praga rumor de frondas

Era el paso sosegado del otoño
En los árboles de Letna

Pasaba un largo tren y hacía escala
Apiádate de ellos y de nosotros
Y seguía su viaje hacia la niebla
Se consumía la cera de los cirios
Y no quedaban manos para sostener los candelabros

Hoy sólo son reliquias las casas de oración

Praga,
         ¿por qué es tan triste la piedra en Praga?
Enjambre de piedras
Y un rumor entre las frondas de Praga
Un rumor que toca levemente los alféizares
Las fachadas románticas
Las voluptas de piedra
El dintel cubista
Las cariátides
Los relieves de una fauna soñada por los poetas
Es un rumor y es un silencio
Un silencio que cubre como sudario a Praga

¿Escuchas ese silencio
Que impregna las terrazas
Que vacía las calles
Ese silencio que atranca las puertas?

El silencio de Praga
Su lengua seca
El infierno es ese encierro
Atisbar la vida tras los visillos
Apagar la luz tocar a ciegas
Descifrar el sonido de los pasos
Que en la escalera resuenan

Y las estatuas barrocas del Puente
Nos consuelan nos tienden un paño de piedra
Un fervor o acaso lloren y maldigan
Las piedras que el tiempo ha oscurecido

Y eres tú otra vez amando tus piedras
La gracia de tu figura
En severo contraste con la Torre de la Pólvora

Un pájaro se posa sobre mi frente
Un pájaro de silencio y desaliento

Porque tu belleza es el espejo
De esas líneas de perfecta arquitectura

Y vuelves a ser la lengua de sus campanas
    y sus lluvias
La lengua de sus exaltaciones y melancolías
De sus relojes y sus jardines
De tus abedules y tus desdichas

Porque viví y caminé en Praga
Qué difícil despedirse
Pues te quiero escuchar para siempre

Y el tiempo es una exhalación
Como la escala del sol en Praga
Y vuela como una golondrina

Y en invierno
Brillan las estrellas de Praga
Con el silencio de la Piedra
Y de la nieve

Y reposo la cabeza sobre
Las campanas de la memoria

Y duermo y lo demás es sueño

 

 


 

 

De Umbral y memoria (1991)



Monumento I
Jardín
Jan Vermeer de Delft
Estación de la niebla
Los dioses abandonan a san Miguel y el ángel muere
Vltava

 


Monumento I


Para eso nos dieron brazos
         para agitarlos en señal de adiós
Para eso nos dieron voz
         para la oración y el canto
Para eso nos dieron tacto
         para tocar esos rostros
         sin memoria ni eternidad
Para eso nos dieron palabras
         para escribir testimonios
         que repetirá la marea de los hombres
         cuando hayamos partido

 


Jardín

 

Había árboles más antiguos que mis padres
         nunca supe si eran fresnos
             esas llamas vegetales en el valle
Aún guardo en la memoria el canto de sus frondas

Si recuerdo a los sobrevivientes:
         un laurel y un pino
Entonces ignoraba que el jardín de la infancia
         se puebla de epitafios
Yo era espectador de corrientes filiales en combate
         extraños ritos
       de negación y encuentros

Te coloco en el centro de ese jardín
Yo que vi muchos jardines en ruinas
         en la ciudad de tu infancia
         esa ciudad cubierta por la gasa perpetua
         de la niebla

Eché de menos la lluvia

Los árboles me daban su silencio
         el mar me llamaba a grandes voces
Yo era un náufrago en mitad de la noche

Tú no me tendiste la mano solar
         del amor

Y mi único deseo en la ciudad del quebranto
         era la purificación que otorga el olvido

 


Jan Vermeer de Delft

 

Pintó la luz:
                  un cuerpo sin morada.
Con el pincel deletreaba ese prodigio.
Esa luz en su volumen y transparencia.
Observemos cómo vibra,
Cómo se mueve entre la sombra,
Esa sombra de luz
En la transparencia.
La mirada de un rostro
Que se prolonga en la memoria.
Y el deseo que por la luz perdura.
Huellas de la sombra en el lienzo
La búsqueda de Vermeer:
color, color en forma absoluta.
La luz también tenía densidad y peso:
Su presencia
En combate y diálogo con las sombras.
La magia de Vermeer colonizando las formas.

“Vista de Delft”: serenidad de los volúmenes:
Nubes en la inmovilidad de ese día
Y el empañado espejo del río.

 


Estación de la niebla

 

La niebla desciende sobre el puerto
Con pasos de silencio
Avanza sobre casas y rostros espectrales
Cruza jardines en ruinas
Ventanas ciegas
Puertas condenadas
La noche duerme sobre nuestros pechos
Inventario de horrores en patios
donde anida la tristeza
La garganta ensangrentada reza:
Señor apiádate del mar
Y sus verdugos
Señor apiádate de quienes
Manchan el pan y la sal
Y celebran eucaristía de desaliento
Señor apiádate de las muchachas
Vestidas de dolor y desnudas de odio
Apiádate de quienes guardan un gusto de ceniza
en los labios después del beso del amor
Señor apiádate de las mujeres que amé
Y que nunca me amaron
Y si en tu infinita misericordia
Aún queda sitio para quien te invoca
Apiádate de mí

 


Los dioses abandonan a san Miguel
y el ángel muere

 

a Kenneth Koch

ángel del silencio y el olvido
Miguel de Unamuno

 

De súbito en el silencio de la oscuridad
Una música de címbalos irrumpió estridente
Miré la procesión desde el noveno piso
Avanzaban por Amsterdam Avenue
Hombres sin rostro que enarbolaban
Los pendones de la muerte
Todos en Amsterdam Avenue
Se hallaban en la caverna del sueño
Sólo yo contemplaba el paso de los heraldos ciegos
Por qué nos abandonaba así la vida
Y únicamente el viento escuchó mi queja
Todos hundidos en la caverna del sueño
Sólo yo fui testigo de la procesión
Doblaban las campanas a muerto
Y de trecho en trecho
Los saltimbanquis hacían piruetas
Y ejecutaban la burla de la vida
Marchaban por Amsterdam Avenue en la oscuridad enorme
Y la iglesia de San Juan el Divino allá abajo
Era apenas un consuelo con sus agujas truncas
Ante la procesión de la muerte

Una piedra gris en triste remedo de la grandeza gótica
Por qué cantan los santos
Por qué callan los ángeles

No ascendían la colina
Feligreses llevando en sus espaldas
Las piedras del sufrimiento y la fe
Ante santos que aún esperan ser grabados en piedra
Y los follajes del otoño con su rumor
Hacían eco a la música de címbalos
A grandes voces los hombres sin rostro nos llamaban
Y de repente un ángel
A punto de decir algo
Tendió la mano
La punta de su dedo tocó la superficie de la noche
Y bajo sus pies se abrió un vacío

 




Vltava

 

En esa orilla se agita el río.
El cielo es gris
Pero el trazo de las fachadas anima la escena.
Una trabe ahí, un arco allá, la torre y la lanza con remate
    de oro:
Son levadura del recuerdo.
Has visto la hora en la torre del reloj,
La campana que tañe el esqueleto:
Huesos que pule el tiempo.
Y el combate de los signos del zodiaco.
La torre abre los párpados,
Los apóstoles nos saludan y vuelven a sus sombras,
En sesenta minutos cumplirán su eterno retorno
Hasta que la noche sea toda la noche
Y las sombras resuciten puntuales
Y la oscuridad nos haga hermanos de nuestros temores.
Es como si la danza de la vida recibiera el elogio de la
    muerte.
Tañe la campana el heraldo de la muerte
La torre cierra los párpados,
La muchedumbre es lo mortal y se asimila a la oscuridad
    de las calles.

Crecen tilos que velan el sueño del río.
Las jóvenes parejas olvidan el tiempo en prolongados besos.
El río arrastra el polvo de las promesas rotas

Una corriente de luz es gemela del río.
Los cisnes buscan refugio,
Son embarcaciones flotando a la deriva.
Riveras de piedra,
Ensoñación del arquitecto,
Virtud del alarife.
El tiempo madura lo que un día fue fantasía.
Ángeles y arcángeles, santos y mártires,
Cariátides que llevan en vilo tanto artificio.
No prevalecerá el olvido:
La poesía de las piedras será
Su sangre, su savia eterna.

 

 


 

De Isla de invierno (1996)

 

[Litoral roca de aire...]
[El sueño es agua inerte...]
[Extranjera de la lluvia...]
Ciudadela junto al mar
Mesa y botella
Hotel
C
F
H


LITORAL ROCA DE AIRE    verano que siembra

islas de luz entre los jirones de la niebla
migraciones del viento    un ancla de tinta
detiene su curso    en la mañana inmóvil
el día sangra




EL SUEÑO ES AGUA INERTE    agua de pesadillas    castillo

de hielo y aflicción    sube a los labios el mar imploración
al cielo impávido    laberinto    corredor de la memoria
la persistencia de la arena entre los dedos




EXTRANJERA DE LA LLUVIA    la tormenta es de arena

cae la niebla    y el mar acepta su caída
la oscuridad imprime su pie en la playa    y bajo
el viento es más desnuda la roca    no hay piedad
en los confines de su reino




Ciudadela junto al mar


Hacia el atardecer, agua de cielo
             nos envuelve, oscuridad ultramarina,
     extraña fruta del hombre ante los ojos
     (estéril tierra, ¿ardió la hierba en ceremonia
     de un ciclo?); desde la cima hacia un punto cardinal
el mar y sus islas, tierra adentro, el milagro del valle.
Aquí residencia de los dioses... En tales territorios
entramos —templos de barro— como un laberinto de
      sombras,
sombras de la memoria que se disuelven
      en el crepúsculo
      y tocan las manos el misterio

     de una quimera que fue himno en arcilla.
     Caminamos por los desiertos corredores, sin
desasosiego, sin conciencia de cuerpo y tiempo, ¿somos
profanadores o peregrinos de la ignorancia? ¿por qué
miramos con asombro?
     Es el limbo del crepúsculo. Vamos entre corredores de
la arquitectura y la poesía, con el recuerdo de las piedras
     en el alto
valle metafísico.
¿Cuándo nuestra mano ha de asir lo que para ellos fue
      revelación?
    Parece flotar un lánguido sueño.
    Todo lo ignora el barro porque es efímero.
    Todo lo ignora la carne porque es otro día.
    Agua y tierra para esta morada.
    Piedra y canto para tus antepasados.
Comen de mi mano las aves porque así lo dicta el deseo
    de verano.
Es mediodía porque también vi la ciudadela abras(z)ada
    por la luz.
Toda aquella jornada en la residencia
    de los dioses (sostenida por la melodía de tu belleza)
    quedó en naufragio de polvo y de ceniza.

 


Mesa y botella


En la bidimensión
El poema acomoda
Sus diferentes caras.

Sin romper su forma
El prisma se despliega
Como abanico sobre la mesa.

Un volumen que contiene
La solidez de otros volúmenes
La luz en el centro de otras luces
Y el hombre en el centro de sí mismo.

La forma simultánea
Del mundo al unísono:
De la ilusión al romance
Con las estrellas y el sol.

Y va el poema como la niebla:
Recorridos por oleadas de silencio.



 


Hotel


Lejos de casa, de regreso en el hotel.
Llegar como a la provincia de una alma en pena.
Las claves canceladas, sin orientación y en soledad.

Donde sólo la lengua natal es un refugio,
Despojado de mujer y compañía.
Y los poemas nos parecen falsas rapsodias.

El hotel es un personaje más de la ciudad:
En sus cuartos busca abrigo la luna
O la luz del sol, según la melodía.

Y murmura y murmura la orquesta:

Generaciones condenadas, paraísos inalcanzables.
Mujeres que son música, color y movimiento.

Como si Lázaro se pusiera de pie,
La verdadera vida se reinicia.

 




C


Siegan la hierba: monte de espigas. Siegan la luz: monte
de sombras. A ciegas caminamos por el sendero, un
báculo oscuro nos guía. No vemos el río, pero
escuchamos su rumor; no vemos al grillo, pero nos
fascina su canto. De nuestro paso por el verano quedan
nuestras palabras como el agua detrás del barco.

 


F

 

Una estación que declina es una estación plena de
imágenes. Algunas son ya andrajos; otras, carne de la
memoria. La rotación de su música es el santo y seña.
Ayer, luz que nutría su canto, clavado en la garganta del
día. Después, himno de sombras, alabanza de lo que
muere y resucita. Frente a los muros, que cubre de
silencio el invierno, se puede hablar del dolor y la alegría,
de la composición binaria de la vida. El otoño en ruinas
entrega la estafeta. Te recuerdo: tu perfume de sándalo, el
sabor de tu saliva, la fragilidad de tus promesas.
Entre tus palabras me pierdo.

 



H

 

Una oración se desdibuja en mis labios. ¿Qué guio mis
pasos hacia la ermita? Es bello el rostro de la virgen. En
la oscuridad del invierno arden las linternas de la fe.
Más desnuda parece esta casa en el invierno. Nubes de
enero, cielo desierto. Comarca que es sepulcro y cuna de
la hierba. En mí y fuera de mí escucho voces. Alguien al
abrigo de las sombras parece tocar una flauta. Cúbrenos,
Señora, con el manto del consuelo.

 


 

De Pasajero de sombras (1997)

 

Regreso
Altanoche
Ilona

Regreso


Volvemos con el peso de la noche
             sobre los fardos de la isla.
Apoyado en el puente un rumor de sombras teje la
        conversación de los espectros.
La espuela de espuma rasga la seda del mar.
Nada vemos sino lo que imaginan las miradas en la
        robusta oscuridad, la inmensa oscuridad en agonía.

¿Con qué lengua hablamos? (También los signos son
          impuros)
¿De qué hablamos en la noche poblada de testigos?

Algunos parten sobre la levedad de una tentativa,
              contra la ferocidad de los elementos,
Y caen en el pozo del veneno, tragados por ese mar
              donde otros son los piratas.

¿Y qué nos arrastra en este regreso?

Remamos hacia el piélago de amargura con las velas
         desplegadas.

¿Nos alimenta el morbo? Atestiguamos cómo colocan
         una piedra en los aljibes del hambre.

Y a media voz evocamos los años de epopeya cuando
          se acariciaban los frutos

             dorados de la Utopía.

Entonces en la navegación de esas aguas el buzo sacaba
          de las profundidades sirenas

             de pechos turgentes o perlas de marfil o los
          colores del arco iris.

¿Por qué en lugar de aire y sol construyeron ruinas?

¿Podrían acaso ellos adivinar o preguntar por su destino
          en voz alta?

El inventario de quebrantos y penurias quedó inscrito en
          los informes del alba.

Las aljabas han quedado vacías.

Los dardos fueron certeros en el corazón y el sueño:
          no cazaban insectos.

Esos rudos hombres dormían sobre las espaldas del
          verdugo después de elaborar la

               oscura miel de la reeducación.

Para ellos la historia cayó como lluvia de ácido que
          come el más duro metal de las

               espadas en vilo.

No invoquemos sólo sus nombres para edificar el
          pabellón de las víctimas,

Busquemos dar algo más que no sea sólo piedad.

Está la isla durmiendo

        sobre la vigilia de las aguas.

El barco navega con el silencio del cisne.


 


Altanoche


Plantada de soles en su dorso
En ardiente soledad los espíritus
Marcaban la vaguada del valle silencioso.
El Central con sed de sangre
Hacía girar los engranajes sin lubricante
Y ductos ruinosos vomitaban pesadillas
Rayadas de dolor con gritos sin ecos.

Fuego sin reposo del mediodía.
Fuego de una ciudad ya sin tiempo.
Y también allí un paraíso
Detrás de altos muros de artificios
Que rodean el vejado jardín.
Un aliento de verano sacude las ramas
Que acarician un cielo también ajeno.
Se asoman al pozo hombres sin rostro
Y con almas arropadas de sol.
El flamboyán tiende su cerco
De luces y astros vegetales
Y no era escasa la cosecha de cruces.

Cesó ese coro con su algarabía.
Se apagó un firmamento de voces.
Ni música ni ruido
Habrá de perturbarnos.
Despierto ya en altamar del sueño
Abandonadas ya las dársenas de la muerte
Tal vez a otra muerte ingresemos.


 


Ilona


Combatían el mar y el río
Por el imperio de las aguas
Y la luna y el sol marcaban
El ritmo de las grandes marejadas
Y quedaba la piedra herida por el viento
El unicornio apoyaba sus pezuñas
En las estribaciones de las nubes
Y hundía su cuerno en lo más profundo
De la noche genital
Ardían las estrellas como las piedras
Sobre la oscuridad de Lisboa
Y había una danza de ángeles en arrebato
En torno al sol de tu pelo
Y un desplome de adioses
Naufragaba en el muelle
De las columnas