Material de Lectura

 

De Isla de invierno (1996)

 

[Litoral roca de aire...]
[El sueño es agua inerte...]
[Extranjera de la lluvia...]
Ciudadela junto al mar
Mesa y botella
Hotel
C
F
H


LITORAL ROCA DE AIRE    verano que siembra

islas de luz entre los jirones de la niebla
migraciones del viento    un ancla de tinta
detiene su curso    en la mañana inmóvil
el día sangra




EL SUEÑO ES AGUA INERTE    agua de pesadillas    castillo

de hielo y aflicción    sube a los labios el mar imploración
al cielo impávido    laberinto    corredor de la memoria
la persistencia de la arena entre los dedos




EXTRANJERA DE LA LLUVIA    la tormenta es de arena

cae la niebla    y el mar acepta su caída
la oscuridad imprime su pie en la playa    y bajo
el viento es más desnuda la roca    no hay piedad
en los confines de su reino




Ciudadela junto al mar


Hacia el atardecer, agua de cielo
             nos envuelve, oscuridad ultramarina,
     extraña fruta del hombre ante los ojos
     (estéril tierra, ¿ardió la hierba en ceremonia
     de un ciclo?); desde la cima hacia un punto cardinal
el mar y sus islas, tierra adentro, el milagro del valle.
Aquí residencia de los dioses... En tales territorios
entramos —templos de barro— como un laberinto de
      sombras,
sombras de la memoria que se disuelven
      en el crepúsculo
      y tocan las manos el misterio

     de una quimera que fue himno en arcilla.
     Caminamos por los desiertos corredores, sin
desasosiego, sin conciencia de cuerpo y tiempo, ¿somos
profanadores o peregrinos de la ignorancia? ¿por qué
miramos con asombro?
     Es el limbo del crepúsculo. Vamos entre corredores de
la arquitectura y la poesía, con el recuerdo de las piedras
     en el alto
valle metafísico.
¿Cuándo nuestra mano ha de asir lo que para ellos fue
      revelación?
    Parece flotar un lánguido sueño.
    Todo lo ignora el barro porque es efímero.
    Todo lo ignora la carne porque es otro día.
    Agua y tierra para esta morada.
    Piedra y canto para tus antepasados.
Comen de mi mano las aves porque así lo dicta el deseo
    de verano.
Es mediodía porque también vi la ciudadela abras(z)ada
    por la luz.
Toda aquella jornada en la residencia
    de los dioses (sostenida por la melodía de tu belleza)
    quedó en naufragio de polvo y de ceniza.

 


Mesa y botella


En la bidimensión
El poema acomoda
Sus diferentes caras.

Sin romper su forma
El prisma se despliega
Como abanico sobre la mesa.

Un volumen que contiene
La solidez de otros volúmenes
La luz en el centro de otras luces
Y el hombre en el centro de sí mismo.

La forma simultánea
Del mundo al unísono:
De la ilusión al romance
Con las estrellas y el sol.

Y va el poema como la niebla:
Recorridos por oleadas de silencio.



 


Hotel


Lejos de casa, de regreso en el hotel.
Llegar como a la provincia de una alma en pena.
Las claves canceladas, sin orientación y en soledad.

Donde sólo la lengua natal es un refugio,
Despojado de mujer y compañía.
Y los poemas nos parecen falsas rapsodias.

El hotel es un personaje más de la ciudad:
En sus cuartos busca abrigo la luna
O la luz del sol, según la melodía.

Y murmura y murmura la orquesta:

Generaciones condenadas, paraísos inalcanzables.
Mujeres que son música, color y movimiento.

Como si Lázaro se pusiera de pie,
La verdadera vida se reinicia.

 




C


Siegan la hierba: monte de espigas. Siegan la luz: monte
de sombras. A ciegas caminamos por el sendero, un
báculo oscuro nos guía. No vemos el río, pero
escuchamos su rumor; no vemos al grillo, pero nos
fascina su canto. De nuestro paso por el verano quedan
nuestras palabras como el agua detrás del barco.

 


F

 

Una estación que declina es una estación plena de
imágenes. Algunas son ya andrajos; otras, carne de la
memoria. La rotación de su música es el santo y seña.
Ayer, luz que nutría su canto, clavado en la garganta del
día. Después, himno de sombras, alabanza de lo que
muere y resucita. Frente a los muros, que cubre de
silencio el invierno, se puede hablar del dolor y la alegría,
de la composición binaria de la vida. El otoño en ruinas
entrega la estafeta. Te recuerdo: tu perfume de sándalo, el
sabor de tu saliva, la fragilidad de tus promesas.
Entre tus palabras me pierdo.

 



H

 

Una oración se desdibuja en mis labios. ¿Qué guio mis
pasos hacia la ermita? Es bello el rostro de la virgen. En
la oscuridad del invierno arden las linternas de la fe.
Más desnuda parece esta casa en el invierno. Nubes de
enero, cielo desierto. Comarca que es sepulcro y cuna de
la hierba. En mí y fuera de mí escucho voces. Alguien al
abrigo de las sombras parece tocar una flauta. Cúbrenos,
Señora, con el manto del consuelo.