Regreso
Volvemos con el peso de la noche sobre los fardos de la isla. Apoyado en el puente un rumor de sombras teje la conversación de los espectros. La espuela de espuma rasga la seda del mar. Nada vemos sino lo que imaginan las miradas en la robusta oscuridad, la inmensa oscuridad en agonía. ¿Con qué lengua hablamos? (También los signos son impuros) ¿De qué hablamos en la noche poblada de testigos? Algunos parten sobre la levedad de una tentativa, contra la ferocidad de los elementos, Y caen en el pozo del veneno, tragados por ese mar donde otros son los piratas. ¿Y qué nos arrastra en este regreso? Remamos hacia el piélago de amargura con las velas desplegadas. ¿Nos alimenta el morbo? Atestiguamos cómo colocan una piedra en los aljibes del hambre. Y a media voz evocamos los años de epopeya cuando se acariciaban los frutos dorados de la Utopía. Entonces en la navegación de esas aguas el buzo sacaba de las profundidades sirenas de pechos turgentes o perlas de marfil o los colores del arco iris. ¿Por qué en lugar de aire y sol construyeron ruinas? ¿Podrían acaso ellos adivinar o preguntar por su destino en voz alta? El inventario de quebrantos y penurias quedó inscrito en los informes del alba. Las aljabas han quedado vacías. Los dardos fueron certeros en el corazón y el sueño: no cazaban insectos. Esos rudos hombres dormían sobre las espaldas del verdugo después de elaborar la oscura miel de la reeducación. Para ellos la historia cayó como lluvia de ácido que come el más duro metal de las espadas en vilo. No invoquemos sólo sus nombres para edificar el pabellón de las víctimas, Busquemos dar algo más que no sea sólo piedad.
Está la isla durmiendo sobre la vigilia de las aguas. El barco navega con el silencio del cisne.
Altanoche
Plantada de soles en su dorso En ardiente soledad los espíritus Marcaban la vaguada del valle silencioso. El Central con sed de sangre Hacía girar los engranajes sin lubricante Y ductos ruinosos vomitaban pesadillas Rayadas de dolor con gritos sin ecos. Fuego sin reposo del mediodía. Fuego de una ciudad ya sin tiempo. Y también allí un paraíso Detrás de altos muros de artificios Que rodean el vejado jardín. Un aliento de verano sacude las ramas Que acarician un cielo también ajeno. Se asoman al pozo hombres sin rostro Y con almas arropadas de sol. El flamboyán tiende su cerco De luces y astros vegetales Y no era escasa la cosecha de cruces. Cesó ese coro con su algarabía. Se apagó un firmamento de voces. Ni música ni ruido Habrá de perturbarnos. Despierto ya en altamar del sueño Abandonadas ya las dársenas de la muerte Tal vez a otra muerte ingresemos.
Ilona
Combatían el mar y el río Por el imperio de las aguas Y la luna y el sol marcaban El ritmo de las grandes marejadas Y quedaba la piedra herida por el viento El unicornio apoyaba sus pezuñas En las estribaciones de las nubes Y hundía su cuerno en lo más profundo De la noche genital Ardían las estrellas como las piedras Sobre la oscuridad de Lisboa Y había una danza de ángeles en arrebato En torno al sol de tu pelo Y un desplome de adioses Naufragaba en el muelle De las columnas
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