Recordaré esta tarde, Dijo el caballero, Por la belleza que adivino que no tenían vuestros rostros Pero que yo vi en ellos. Me veré tomando un cuenco de leche fresca Y comer las fresas, dulces por el gesto con el cual me fueron ofrecidas. Mia, tu marido Jof y el bebé Miguel, Todos los que a mis ojos sonreían Me serán descanso. También mi escudero Juan, que nada tuvo salvo su lucidez, El casi perdido juego de ajedrez Y la muerte, compañera que sólo para mí he querido. Recordaré todo esto como la belleza última Que vieron mis ojos, En el momento postrero de mi vida Justo el instante en que se tense el cuello mío ante la cuchilla. Y todo acabará sin dulzura o amargor, Porque todo debe terminar antes de que la fatiga y el aburrimiento Hagan presa de este torpe cuerpo
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