Encima de la vida, inaccesible, negro en los altos hornos y blanco en mis volcanes y amarillo en las hojas supérstites de octubre, para fumarlo a sorbos lentos de copos ascendentes, para esculpir sus monstruos en las últimas nubes de la tarde y repasar su geometría con los primeros pájaros del día.
Debajo de la vida, impenetrable, veta que corre, estampa del río que fue otrora, y del que es, cenote de un Yucatán en carne viva, y Corriente del Golfo contra climas estériles, y entrañas de lechuzas en las que leo mis augurios.
Al lado de la vida, equidistante de las hambres que no saciamos nunca y las que nunca saciaremos, pueril peso en el pico de la pájara pinta o viajero al acaso en la pata del rokh, hongo marciano, pensador y tácito, niño en los brazos de la yerma, y vida, una vida sin tiempo y sin espacio, vida insular, que el sueño baña por todas partes.
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