Pero me romperé. Me he de romper, granada en la que ya no caben los candentes espejos biselados, y lo que fui de oculto y leal saldrá a los vientos:
Subirán por la tarde purpúrea de ese grano, o bajarán al ínfimo ataúd de ese otro, y han de decir: “Un poco de humo se retorcía en cada gota de su sangre.” Y en el humo leerán las pausas sin sentido que yo no escribí nunca por gritarlas y subir en el grito a la espuma de sueño de la vida. A la mitad de una canción, quebrada en áspero clamor de cuerda rota.
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