Despertares
Despertares de mañanas provincianas con sus llamadas a misa; porque las campanas van lentas o violentas, según la prisa del sacristán. Madrugadas en que están con el sol, únicamente, la torre parroquial y el campanario; pero al medio día, las calles, los suburbios y la vía se alfombran con un oro coronario. Compaginadas a la huérfana ventana a la que el alma no se asomará; porque aquello ya no vino, porque aquello se ha devuelto del camino y aquello ya no vendrá; compaginadas van las silenciosas siestas en que el viento no corre. Tan calladas que se oye hasta el arrullo de las palomas, allá en la torre. Casamenteras visiones de casonas solteronas: las jaleas, los guayabates que saben a miel de abejas: almíbares suaves que el arcón guarda bajo siete llaves. Lo hogareño lindante con lo triste: las historias calladas, las ventanas cerradas, el patio donde lo húmedo persiste, los corredores amplios y achatados, gatos refectoleros y mimados, y canarios más rubios que el alpiste.
(De mi libro de horas)
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