Propagación de la luz
En sí misma la luz es casi nada; Apenas un poco de fiebre con la médula amarilla, Un delgado espíritu a quien se vence corriendo una Persiana: Míralo huir entre torres que no tienen pies ni cabeza Y en cuya base, transparentes perros de otro mundo Ladran a la salida del sol, a los amuletos incomprensibles Al ojo de venado que se curva como una opaca moneda embarazada Y al perfume embanderado con plantíos de catedrales góticas. Y nada más porque en sí misma es casi nada, La luz, fragilidad que no se adensa, es ya nuestra primer mortaja Y es vino alado que las manos embotellan como un vapor de madreselvas Donde el pensamiento, con sobrentendido terror, aún nutre su lámpara desplegada Y el as de corazones late cual si fuera verdadero Entre campanas que toman la tranquila posición de un seno Cuando las huestes del ángelus mansamente se despeñan, corriente arriba, Hacia el desnudo lugar en que la luz procrea más luz, Mas nada con oro, árboles de varas mágicas, guitarras Desangrándose por entre sus grandes ombligos de sombra… Y no diré demasiado que la luz en sí misma es casi nada Pues una extraña saeta ha desunido mis mandíbulas Y pasan por mi garganta helada las aguas de la muerte Sin que la manzana de Adán se mueva apenas: Quietas están las verdes paredes del mar rojo, Crucificada la mano sobre su lira, Paralizada mi aureola como abeja funeral, Estancado el fuego de mis ardientes duermevelas, Parado el péndulo que parte castillos de manzanas, Detenida la enredadera del llanto, la caravana de cánticos, El esponjado pan inmemorial que nunca se endurece; Detenido yo, crucificado yo, desmayado para siempre Porque la luz me abandona como a una hembra ya Cabalgada, Para seguir a los hijos del mito, siempre marciales y Benignos, Siempre enraizados en cuerpos tremendos que van de llama en llama Acantonando sus voces en leyendas, profiriendo rugidos Entre glaciales túneles de trompetas Y defendiendo a esa luz que en sí misma es casi nada.
1965 De Poesía Reunida
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