Ruth
A González Martínez
I
Ruth moabita a espigar va a las eras, aunque no tiene ni un campo mezquino. Piensa que es Dios dueño de las praderas y que ella espiga en un predio divino. El sol caldeo su espalda acuchilla, baña terrible su dorso inclinado; arde de fiebre su leve mejilla, y la fatiga le rinde el costado. Booz se ha sentado en la parva abundosa. El trigal es una onda infinita, desde la sierra hasta donde él reposa. Que la abundancia ha cegado el camino… ¡Y en la onda de oro la Ruth moabita viene, espigando, a encontrar su destino!
II
Booz miró a Ruth, y a los recolectores. Dijo: "Dejad que recoja confiada"… Y sonrieron los espigadores, viendo del viejo la absorta mirada… Eran sus barbas dos sendas de flores, su ojo dulzura, reposo el semblante; su voz pasaba de alcor en alcores, pero podía dormir a un infante… Ruth lo miró de la planta a la frente, y fue sus ojos saciados bajando, como el que bebe en inmensa corriente…
III
Y aquella noche el patriarca en la era viendo los astros que laten de anhelo, recordó aquello que a Abraham prometiera Jehová: más hijos que estrellas dio al cielo. Y suspiró por su lecho baldío, rezó llorando, e hizo sitio en la almohada para la que, como baja el rocío, hacia él vendría en la noche callada. Ruth vio en los astros los ojos con llanto de Booz llamándola, y estremecida, dejó su lecho, y se fue por el campo… Dormía el justo, hecho paz y belleza. Ruth, más callada que espiga vencida, puso en el pecho de Booz su cabeza.
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