A la salud de André Breton
Contigo y con el viento teníamos todo lo que necesitábamos B. C.
I
Y la Mosca decía, qué decía la Mosca: no es para tanto, nunca es para tanto, la nariz no es para oler, y todos reventamos: tel qu'en Lui-même enfin l'éternité le change. Hasta el siglo veintiuno, si vuelves. La comedia se acabó, y el océano y el pescado perdido. Y la Mosca decía qué decía la Mosca : se remata este muerto, cuánto por su cabeza de león milenario, por su arrogancia etrusca y el aire de marfil, cuánto por sus errores, baila y baila serpiente, o se hunde este volcán con la vieja ceniza. Ahí vas trotando adentro del carro de mudanzas, oh París lúcido en tu diamante. Ahí decimos: —Espéranos. Ahí te echamos los pétalos este setiembre sucio. No podríamos. Las lilas de la lluvia para decirte adiós. Y allí mismo Nadja llorando, y el enigma.
II
—Nunca fui de La Charca, la belleza será convulsiva, denuncio a los adeptos, o no será. Salud, salud en el relámpago. Correr, correr corriendo escala arriba. Corto lo más alto en la arteria de la asfixia, y el espejo trizado, soy el vidrio esta sangre que yo mismo en el suelo: va a gotear. Vine a decir que nada, que nunca, que nacemos.
III
Lo que te debe toda la escritura del mundo, y el oxígeno, lo que te debe la locura de la razón y el mar de las tormentas, lo que el ojo y la mano te deben, lo que el vidrio de las cosas, lo que la libertad, la preñez, la niñez, lo que las nueve larvas del caos, y de golpe estamos vivos. Y el loco amor, lo que te debe el loco amor de los desnudos, el Aullante. Cráteres los sentidos, todo se abre y se cierra, y el loco, loco amor. De este polvo vinimos, de este olor al cuchillo de este beso de esta mujer de este hombre, y el aire, el aire, el aire, para que venga el único, y escriba el otro lado del vaivén de las cosas, el pentagrama abierto, y espéranos, el sol del último vidente que anduvo entre nosotros, cóndor sin madre: nadie, pero todos y todo, cuando pasan los días de la tierra y el juego está jugado, y esas tablas terribles.
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