La isla
Encanto
La tarde que te rodea, Bellísima, rigurosa, Dispone a tu alrededor Penumbra, silencio, fronda. ¡Cuánta lontananza para Quien al amor se remonta! Aunque en la ciudad persista Flotando una batahola De rumor enardecido, El verde al silencio adora. ¡Qué apartamiento de valle, Qué palpitación de corza! Fatal la dicha, completa, No puede no ser. Ahora Todo a punto exactamente, Paso a paso, ya se logra. ¡Respirar es entender, Cuánta evidencia en la atmósfera! Cumbre de tiempo, el instante Se resuelve en una obra Que ante nosotros, humildes, Llega a perfección, se posa. ¡Junio en torno, para mí Contigo, tú le coronas! Déjame que espere aún, Que mi pensamiento absorba, Mientras a ti me abandono, Lo profundo de tu aroma. ¡Te quiero así, desnudez, Rendidamente remota! Déjame que todavía Te sueñe como una ópera Que de pronto se encendiera Para mí, deslumbradora, Mágica ante mi embeleso, Y aunque tan real, tan próxima, Entre sus luces se alzara Siempre inaccesible: diosa. (¡Tu más divina hermosura Canta en secreto victoria!)
Invocación
Sabes callar. Me sonríe, Amor, desnuda tu boca. Una espera —como un alma Que desenvuelve su forma— Sobre los labios ondula, Se determina, se aploma. Yo quiero profundizar, Profundizar —imperiosa; Encarnizada ternura— En tu frescor, en sus conchas. Con el beso, bajo el beso Te busco, te imploro toda, Esencial, feliz, desnuda, Radiante, consoladora. Consuelo hasta el más recóndito Desamparo de la sombra, Consuelo por plenitud Que a la eternidad afronta. Sabes callar. Me sonríe, Amor, desnuda tu boca.
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