Vuelvo a la selva del dolor nativo y arrodillado ante mi sangre, muerto, siento volar la arena en el desierto del corazón efímero y cautivo. Sólo en la angustia permanezco y vivo sintiendo entre mi carne un bosque abierto donde queda el redrojo al descubierto con el paso del tiempo fugitivo. De vivir descansando en la agonía tengo rota la sangre y sin latido, la soledad desenclavada y yerma, ¡ciega el cristal de la memoria mía y acuna en tu regazo al tiempo herido para que duerma, al fin, para que duerma!
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