Material de Lectura


De En el revés del cielo
 

En el final era el verbo


Como si fueran sombras de sombras que se alejan las
    palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las
    puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un
    suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que
    fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel
    hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los
    pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo para
    sustituir los jardines del edén
sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos
    los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de
    otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido
    de víboras,
pero dispuesta a tejer y a destejer desde su propio
    costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.

Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo
    alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos
    nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera
    escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías
    de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas
    o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del
    verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.

 

1987