Material de Lectura


De Los juegos peligrosos


La cartomancia

La caída
Desdoblamiento en máscara de todos



La cartomancia


Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las sombras,
óyelos desgarrar la tela del presagio.
Escucha. Alguien avanza
y las maderas crujen debajo de tus pies como si huyeras
    sin cesar y sin cesar llegaras.
Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en
    las cenizas de ayer y de mañana.
Pero alguien ha llegado.
Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos
donde ya no eres más que una bujía desgarrada,
una luna invadida debajo de las aguas por triunfos
    y combates,
por helechos.

Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que
    puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.

¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu nacimiento
    hasta tu muerte
con una llave rota, con un anillo que hace años fue
    enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como una
    bandada de aves?
Las Estrellas alumbran el cielo del enigma.
Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es hora. Y habrá tiempo.

Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar
    mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras
    y en todos los abismos
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
—algo más que ese todo—.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles vocablos.
Y acaso sea tarde.

Veamos quién se sienta.
La que está envuelta en lienzos y grazna mientras hila
    deshilando tu sábana
tiene por corazón la mariposa negra.
Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos.
Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito el viaje,
donde está dibujada la casa en que te hundes como
    una estría pálida
en la noche tejida con grandes telarañas por tu Muerte
    hilandera.
Mas cuídate del agua, del amor y del fuego.

Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza
    llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto
    que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te
    fue destinada.

¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón.
Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre
    bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y
    de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer
    la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves
    de insobornable carcelero.
En tanto el Carro aguarda la señal de partir:
la aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra
    de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del
    tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de
    náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo.

Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón,
    como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha
    a tu costado?
Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer
    el aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con
    uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella
    misma, pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la
    mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el
    cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el
    Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor
    que no muere.

Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que
    hiera quien te mata.
No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló
    la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados
    de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul
    en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.

He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte que
    escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.

 
1962




La caída


Estatua del azul, deshabitada,
bella estatua de sal,
desconocida fatalidad a donde voy con los ojos abiertos
    y la memoria a ciegas:
¿eres tú quien me llama con una gran nostalgia, fuerte
    como el amor?
¿eres tú quien me aspira de pronto hacia la ronca garganta
    de los siglos?
¿eres acaso tú, incesante comienzo de mi culpa?
(¡Oh alma!, ¿a dónde vas?,
¿a dónde vas con las tinieblas y la luz como dos alas
    abiertas para el vuelo?)
Estatua del azul: yo no puedo volver.
Me exilaste de ti para que consumiera tu lado tenebroso.
Y aún tengo las dos caras con que rodé hasta aquí, igual
    que una moneda;
y la piedra que anudaste a mi cuello para que fuese dura
    la caída;
y la sombra que arrastro
—esta mancha de escarnio que pregona tu condena
    en el mundo—.
(¡Oh sangre! ¿a dónde vas?
¿a dónde vas como el doble de Dios y con la espada
    hundida en tu costado?)
Bella estatua de sal: tú no puedes llegar.
Te desterraste en mí para escarbarme con uñas y con
    dientes,
para cavar debajo de mi corazón esta tumba del cielo
donde caes y caes expiación hacia abajo y plegaria
    hacia adentro.
Reconoce la herida: mírala en todas partes.
Es la desgarradura con que habitas en todo cuanto miro,
el paraíso roto,
la señal del exilio que te lleva a partir y a volver a
    nacer en este mismo oficio de tinieblas,
la morada de paso para el crimen,
el pecado de muerte que te convierte en juez, en mártir
    y en verdugo
hasta que se desprenda en negro polvo la mascarilla última,
ésa que te recubre con la cara del hombre.

¡Oh Dios, mitad de Dios cautiva de Dios mismo!
¿Quién llamacuando llamo? ¿Quién? ¿Quién pide
    socorro desde todas partes?
Hay aquí una escalera,
una sola escalera sin tinieblas para el día tercero.

 
1962




Desdoblamiento en máscara de todos


Lejos,
de corazón en corazón,
más allá de la copa de niebla que me aspira desde el
    fondo del vértigo,
siento el redoble con que me convocan a la tierra de nadie.
(¿Quién se levanta en mí?
¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de
    zarzas,
y camina con la memoria de mi pie?)
Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de
    intemperie hacia adentro
y depongo mi nombre como un arma que solamente hiere.
(¿Dónde salgo a mi encuentro
con el arrobamiento de la luna contra el cristal de todos
    los albergues?)
Abro con otras manos la entrada del sendero que no sé
    a dónde da
y avanzo con la noche de los desconocidos.
(¿Dónde llevaba el día mi señal,
pálida en su aislamiento,
la huella de una insignia que mi pobre victoria arrebataba
    al tiempo?)
Miro desde otros ojos esta pared de brumas
en donde cada uno ha marcado con sangre el jeroglífico
    de su soledad,
y suelta sus amarras y se va en un adiós de velero
    fantasma hacia el naufragio.
(¿No había en otra parte, lejos, en otro tiempo,
una tierra extranjera,
una raza de todos menos uno, que se llamó la raza de
    los otros,
un lenguaje de ciegos que ascendía en zumbidos y en
    burbujas hasta la sorda noche?)
Desde adentro de todos no hay más que una morada
    bajo un friso de máscaras;
desde adentro de todos hay una sola efigie que fue
    inscripta en el revés del alma;
desde adentro de todos cada historia sucede en todas
    partes:
no hay muerte que no mate,
no hay nacimiento ajeno ni amor deshabitado.
(¿No éramos el rehén de una caída,
una lluvia de piedras desprendidas del cielo,
un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera
    del castigo?)
Cualquier hombre es la versión en sombras de un Gran Rey
    herido en su costado.

Despierto en cada sueño con el sueño con que
    Alguien sueña el mundo.
Es víspera de Dios.
Está uniendo en nosotros sus pedazos.

 
1962