Nota introductoria
En la segunda mitad de la década de los cincuenta todo parecía estar en orden: Mary se ponía sus tobilleras y salía a pasear en el convertible rojo de su novio; iban a tomar leches malteadas o a bailar a un gimnasio de basquetbol. Elvis Presley era el ídolo del momento, su copete aparecía en todas las revistas; sus movimientos eran escandalosos, pero las letras de sus canciones resultaban tan inofensivas y frescas como un helado de vainilla. El mensaje de Elvis se reducía a “puedes hacer conmigo lo que quieras, menos pisar mis zapatos de ante azul”. Además demostró ser un buen muchacho cuando ingresó al ejército. Los papás de Mary estaban tranquilos. Pero un día escucharon que ya no se hablaba del rock & roll, y su hija llegó a decirles, así nomás, que se iba de la casa. El rock había comenzado. La música de rock apareció a principios de los sesenta, como una continuación del ritmo veloz y eléctrico del rock & roll, pero además rescató los elementos de protesta del blues y el rythm & blues, que habían sido ritmos de marginados. Las letras de blues son un testimonio de la resistencia cultural de los negros en Estados Unidos. El rock surgió, pues, como una música de protesta. Más que nada se trataba de una protesta contra la sociedad de la abundancia, contra la mecanización y la “gente de plástico” (como la llamó Frank Zappa). Así, la crítica social va unida, paradójicamente, con la reafirmación de la libertad individual. El “viaje al interior de sí mismo” se presenta como una respuesta a la rigidez de la sociedad industrial desarrollada. Con el tiempo se haría menos énfasis en la crítica social y más en la búsqueda interior y las imágenes psicodélicas. Ahora la impugnación al sistema aparece tan tenue que pasa casi desapercibida, y un día también los papás de Mary se pusieron a bailar a ritmo de rock. Los tiempos no cambiaron tan rápidamente como había profetizado Bob Dylan, pero el rock logró ser una de las manifestaciones artísticas más reconocidas de los últimos años. Incluso las letras de las canciones fueron vistas bajo una óptica distinta. Al principio se pensaba que el rock era un simple balbuceo onomatopéyico; más tarde se aceptó que el rock tenía una gran creatividad, pero se siguió insistiendo en que las letras no reflejaban una intención “literaria”. Es cierto que el rock no tiene pretensiones literarias, ni es necesario que las tenga. Las letras de las canciones están escritas en función de la música, condicionadas por ella; evidentemente tienen un sentido poético, pero la poesía en el rock sigue reglas muy distintas a la poesía escrita. La simple transcripción de una letra puede hacer que resulte completamente monótona. Éste es el caso de piezas extraordinarias, como “Satisfaction” de los Rolling Stones. Salta a la vista que esta muestra de canciones es una traición al espíritu del rock. Sin embargo, se ha tratado de que todas las canciones incluidas pierdan lo menos posible al ser escritas. Creemos que, aún sin la guitarra de Eric Clapton ni la batería de Bill Bruford, las piezas seleccionadas conservan el sentido del humor, la ternura, la crítica social, la agresividad, la búsqueda interior, las alusiones psicodélicas y surrealistas que crearon una nueva cultura. Con la música se ha perdido la parte más explosiva del rock; nos queda sólo la letra, pero, para decirlo en buen lenguaje rocanrolero, una chispa también puede quemar el edificio.
Claudia Aguirre Walls Juan Villoro
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