Adrienne Rich
Traducciones Sueño que soy la muerte de Orfeo La novena sinfonía de Beethoven entendida por fin como un mensaje sexual La extranjera Buceando en el naufragio
Traducciones
De una mujer de mi edad o quizá más joven me muestras poemas traducidos de tu lengua Hay ciertas palabras: enemiga, horno, dolor suficientes para convencerme que es una mujer de mi tiempo Obsesionada por el Amor, nuestro tema: lo hemos tejido como yedra a nuestros muros cocido en el horno como pan cargado como plomo en los tobillos visto con binoculares como si fuera helicóptero trayendo alimento a nuestra hambre o el satélite de un poder hostil Comienzo a ver a esa mujer haciendo cosas: cocinando el arroz planchando la falda pasando a máquina un manuscrito hasta el alba intentando llamar desde una cabina En el cuarto de un hombre el teléfono suena sin respuesta y le oye decir “No te preocupes”, “Se cansará”. Le oye contar su historia a su hermana que se vuelve enemiga y que en su propio tiempo velará su propio camino hacia el dolor ignorante que ese camino atroz es compartido, innecesario y político.
Sueño que soy la muerte de Orfeo
Estoy caminando aprisa por las estriaciones de luz y oscuridad tiradas bajo una arcada. Soy una mujer en la plenitud de la vida con ciertos poderes, y esos poderes severamente limitados por autoridades cuyas caras raramente veo. Soy una mujer en la plenitud de la vida manejando a su poeta muerto en un negro Rolls-Royce a través de un paisaje de crepúsculos y abrojos. Una mujer con cierta misión que obedecida al pie de la letra la dejará intacta. Una mujer con nervios de pantera una mujer de contactos entre Hell's-Angels una mujer sintiendo la abundancia de sus poderes en el momento preciso en que no debe usarlos una mujer juramentada con la lucidez que ve a través de fuegos humeantes y de mutilaciones criminales de estas subterráneas calles a su poeta muerto aprendiendo a caminar hacia atrás contra el viento al otro lado del espejo
La Novena Sinfonía de Beethoven entendida por fin como un mesaje sexual
Un hombre aterrorizado de impotencia o infertilidad, sin saber la diferencia, un hombre tratando de decir algo aullando desde la música climatérica de su enteramente aislada alma gritando al Gozo desde el túnel de su yo una música sin la sombra de otra persona dentro, música que trata de decir algo que el hombre no quiere que salga, quisiera guardar si pudiera amordazada y amarrada y azotada con cuerdas de Gozo donde todo es silencio y el golpear de un puño sangriento sobre una mesa astillada.
La extranjera
Mirando como antes he mirado, derecho al corazón de la calle hasta el río caminando por los ríos de las avenidas sintiendo el temblor de las cuevas bajo el asfalto viendo encenderse las luces en las torres caminando como antes he caminado como un hombre, como una mujer, en la ciudad mi ira visionaria despejando mi vista y las detalladas percepciones de misericordia floreciendo de esa ira si al entrar en un cuarto desde la aguda luz brumosa los oigo hablar un idioma muerto si preguntan mi identidad ¿qué puedo decir sino que soy la andrógina? yo soy la mente viva que no pueden describir en su idioma muerto el sustantivo perdido, el verbo que sobrevive sólo en infinitivo las letras de mi nombre están escritas entre los párpados del recién nacido
Buceando en el naufragio
Tras haber leído el libro de mitos, y cargado la cámara y probado el filo del cuchillo, me pongo la coraza de hule negro las aletas absurdas la careta torpe y solemne. Tengo que hacer todo esto no como Cousteau con su tripulación diligente a bordo de una asoleada goleta sino aquí a solas. Hay una escalera. La escalera permanece colgada inocentemente al lado de la goleta. Nosotros que la hemos usado sabemos para qué sirve. Sería si no sólo una cosa marítima, un utensilio cualquiera. Desciendo. Escalón tras escalón y todavía el oxígeno me sumerge la luz azul de átomos claros de nuestro aire humano. Desciendo. Las aletas me estorban, como un insecto me arrastro por la escalera y no hay nadie para decirme cuándo el océano empezará. Primero el aire es azul y luego más azul y luego verde y luego pierde color y estoy perdiendo conciencia y sin embargo mi careta es poderosa llena la sangre con potencia el mar es otra historia el mar no es cuestión de potencia tengo que aprender sola a torcer mi cuerpo sin esfuerzo en el elemento profundo. Y ahora: es fácil olvidar a qué vine entre tantos que aquí han vivido siempre ondeando entre escollos sus dentados abanicos y además aquí abajo respiras de otro modo. Vine a explorar el naufragio. Las palabras son propósitos las palabras son mapas. Vine a ver el daño hecho y los tesoros que sobreviven Acaricio el resplandor de mi lámpara lentamente por el flanco de algo más permanente que peces o algas. Lo que vine a buscar: el naufragio y no la historia del naufragio la cosa misma y no el mito la cara ahogada de mirada fija hacia el sol la evidencia del daño gastada por sales y vaivenes hasta llegar a esta belleza raída las costillas del desastre curvando su declaración entre fantasmas tentativos. Éste es el lugar. Y aquí estoy, las sirenas cuyo pelo negro fluye negro, el hombre sirena en su cuerpo blindado Rodeamos el naufragio buceamos en la bodega silenciosos. Soy ella: Soy él cuya cara ahogada duerme con ojos abiertos cuyos pechos aguantan todavía la tensión cuya carga de plata, cobre, bronce yace oscuramente en toneles medio abandonado y pudriéndose somos los instrumentos medio destruidos que una vez siguieron un rumbo la bitácora comida por el agua la brújula equivocada Somos, soy, eres por cobardía o valor quien halla nuestro camino de regreso a esta escena llevando un cuchillo, una cámara un libro de mitos en el que no aparecen nuestros nombres.
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