(Carroña del consuelo)
No, yo no, carroña del consuelo, Desaliento, no he de comer de ti; Ni destejer —flojas que estén— estas últimas fibras de hombre En mí, o pleno de fatiga clamar No puedo más. Puedo; Algo puedo, esperar, desear que llegue el día, no elegir no ser. Mas ah, mas oh tú terrible, ¿por qué me haces rudeza Meciendo tu pie derecho tuercemundos? ¿me acercas la zarpa de león? ¿recorres Con oscuros ojos voraces mis huesos magullados? ¿y abanicas, Oh en vueltas de tormenta, al aquí apilado, aquí ansioso de evitarte y huir?
¿Por qué? Porque la paja vuele; yazga el grano, limpio y claro. Y en toda esa labor de laberinto, desde (parece) que besé la cruz, Mano digo, mi corazón bebió fuerza, robó gozo, quiere reír, gloriar. ¿Pero gloriar a quién? ¿al héroe cuya destreza celeste me tumbó, me puso pie Encima? ¿o a mí que lo combatí? Oh ¿cuál? ¿es cada uno? Esa noche, ese año De oscuridad ya hecha yo mísero yazgo en lucha con (¡mi Dios!) mi Dios.
1885
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