El pasajero de la habitación No. 23
Tan próxima la noche susurrante pálida mirada de vainilla de carretera y el cielo vivo de sus muslos ¡Oh sangre de otra época velamen aliento de embarcadero! Un hotel de rapiñas y exclusas extiende bajo las plantas su galería excitante como un seno y crea la nostalgia el negro inventario de brasas —un muladar de cantos del país y comidas— de violaciones inacabadas de entrevistas de condenados que han bebido el mismo filtro fascinante de cosas que se abandonan el mismo licor de insomnio y añoranza Es alguien que toma un tren su camisa tejida por las olas alguien engendrado de naufragio y de desorden un pájaro alianzas del viento y la corriente y esas depredaciones sin esperanza en hogares imaginarios con sacramentos de donde vuelan plumas y temblando en su sueño junto a una mujer de las antípodas abraza arenas lejanías batallas amantes sólo cautivas de un sollozo amigas irreconocibles y transparentes hundidas hasta el perdón en su estrecho relámpago Extraño lugar como una espuma de fuego en torno a las piedras de sus chozas arrastrado a gritos desde su costa natal hasta la sombra de un nido de águilas con regiones mutiladas con la nube de estrellas del tren de los campos con árboles giratorios que pasan silbando con frutas en fuga en desiertos inmensos y camareras desnudas en plena noche en plena ignorancia lámparas entrevistas con los ojos cerrados cuerpos desgajados de otros años prisiones de felpa y vestiduras desconocidas lenguajes e injurias mostradores y sangre en hospedajes estériles que se abren las venas en la oscuridad del corazón kilómetros y kilómetros como un país volando en la memoria con labios que se evaporan con costumbres de salamandra en el viejo sarcófago del ocio labrado con lentas callejuelas y yo reverencio la gloria de las prostitutas disputo a las moscas un cálido foco de septiembre reniego de mi origen y mi nombre hasta yacer entre los más bellos escombros celestes donde brillan los besos en el humo del desarraigo un golpe de ala una historia que empieza una vez más una historia cerrada para siempre Extraño lugar con frutas interrumpidas y el harapiento muro del hospicio lleno de setas negras bajo la dentellada de los ángeles y el balcón de madera podrido por las olas y las llegadas a ninguna parte el gran crujido vecinal de un cielo precario que vocifera desde lo alto de su pulpito en el gallinero donde tienden las sábanas la cocinera muerta entre sus hierbas remordimientos mingitorio hospedaje de pira frazadas de comunión vagabunda todavía erizadas por el tufo de la caleta a voces a carcajadas kilómetros y kilómetros de lluvias contra el alma de mujer que se viste para partir y el epílogo de arrabales envenenados que proliferan con su tablón de bebedores —¡amigos míos amigos míos!— en el errante corazón del tiempo Extraño lugar poblado por rostros en marcha y vagas costumbres pasionales entre los horarios del camino los lechos se desprenden del fuego las cabezas asoman a través de los muros y las mujeres ondulan predichas por el olvido en los oráculos vagabundos con tabaco vino vestidos desgarrados y cartas ardientes como una pastoral de besos recibiendo en pleno pecho la bala emplumada del delirio el rayo de cosas que se evaden con el oro al rojo de las lágrimas
¿Hasta cuándo se hundirá esta vida? Vida de perro amortajada ebria en llamas invadida por caricias irresistibles y los secretos escorpiones del cielo devorando nuestros cerebros en alcobas dársenas y sanatorios sumergidos bajo la maleza kilómetros y kilómetros corrompidos de lujuria y leyendas inútiles noches exaltadas por alas insaciables noches de amor con su naufragio fosforescente noches insensatas en su gran llamarada de desaciertos y catástrofes!
Pero continúo oscuro como un saurio entre las aguas torturadas del sexo y estas orillas que resplandecen mientras desato las vendas lentamente infiel como el pan de la deriva muy lejos en hierro de tren en sangre coagulada en años consumidos al estertor de historias solitarias atravesadas por fantasmas muy lejos de todo hogar y de todo amor en ciertos parajes misteriosos que atruenan como una manada de reses extraviadas en las ciénagas la navaja al alcance de la mano y el graznido de migraciones alrededor de la tierra sobre mi cabeza de pasajero que bebe seriamente su extraño desayuno en la gracia lívida del alba un día cualquiera al despertar en la habitación número 23.
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