Ahora este silencio
A Thelma Nava
I ¿En qué archipiélagos del día anda la sombra de mi sombra? ¿Quién escribe el adiós, quién ha partido de una ciudad que no conozco? ¿Quién pesa más en el agua: tu nombre en el ala de un pájaro o el pan de la tristeza? Sucede que mi oído se desliza por la curva infinita de la ausencia como un rumor a la medida de tus pasos. Estoy en el crucero de todos los caminos plantando signos o árboles extraños, escuchando el tatuaje del eco que el viento trae como flor en los labios. (Ya no sé si se ahoga la tarde o la espera; si es tu paso el que cruza la llanura o la sombra de una nube de verano.) II Bajo tu planta voy, bajo tu planta miro un cielo de palomas, el viaje hacia la fábula durmiendo en las amarras de los muelles. Ante mis ojos pasas con un aire de abismos inminentes, lasca de soledad o herida ciega de mis manos huyendo cuando el alba. Se ha quedado una espina en la garganta y resuena su lampo adormecido en todo lo que digo o lo que callo. Se cierran las ventanas de la espiga que afiló su milagro de verdor ebrio, en el itinerario del viento y sus naufragios. III Ahora este silencio; su esbeltez de palomar en los desiertos del agua. Se queda la hora hablando a solas. La amplitud de la tarde gira y se ahonda en coágulos de palidez inconstante. Sólo tú estás aquí, pisándole la sombra a mi tristeza; presente en la afilada veladura que media entre mis ojos y las cosas. Y mi verdad se mueve a ciegas… Perro sin dueño, anda y desanda la llanura en busca de otro cielo claro y justo. La tarde resucita un viaje de agua oscuro entre la hierba, peso de palomas en el pecho, tus ojos derramados en horizontes diminutos y el equilibrio exacto de tu sangre como una flor inclinada hacia el olvido.
De La palabra a solas
|