Hablando a Cernuda
"…y con sueño se volvió —lentamente Adonde nadie Sabe nada de nadie. Adonde acaba el mundo."
I Yo soy la soledad en crecimiento la sola cuerda en una sola lira, la afilada presencia que conspira contra el paso del día bajo el viento. Surtidor de un secreto movimiento, sobrevivo a la luz. En mí respira la vida eterna de la noche y gira la quietud indecible de su aliento. He venido a olvidar aquella espuma que vio la transparencia de la nada. No me importa saber lo que consuma el bullicio del día que se dora en coágulos de vida abandonada. Solitario en el bosque y en la hora. II ¿Hacia qué luz viaja Noviembre; en qué mano su cuerpo se desgrana y siembra la tristeza de pensarte en un hondo balcón deshabitado? Lo sabías: "La vida no es un sueño": es una larga vigilia cenicienta que afila su verdad de espina pura en la yema sin fin de la memoria. (Existe la Belleza —el terso endriago rubio. Su blanda mordedura espiga los islotes al alcance de un sueño que se sueña en el otoño y mata lo que toca o lo que mira.) III Te fuiste por el hilo de la duda de estar con los demás como contigo: a sombra y luz a solas, sin testigo al ser lo que en tus manos se reanuda. "Triste sino nacer" bajo la ruda condición de viajar sin un amigo. Sin tú saberlo, te seguí y te sigo como una sola sombra, Luis Cernuda. En la barca del agua un cielo manso nos deja contemplar lo que tu vida tuvo de la tormenta y del remanso. Tu voz responderá contra las olas del viento y el olvido desmedida. Yo me quedo contigo, solo, a solas… IV La noche, dilatadamente sola, ahonda tragaluces al vacío y planta dedos finos en las cosas que acechan los racimos de esperanza. En sus manos la vida es agua lenta, la caída incesante del deseo que mira hacia el final puerto del alba despierto ante la luz lo halla desierto. Tu palabra se acoda en la ventana y deja deslizar su pluma leve al aire de esta noche pensativa; inunda los rincones de la hora con un rumor de seda oscura o un agua de olvido entre la hierba. V Por ti, el hemisferio que te nombra sabe de la memoria sin olvido, del tiempo que he llorado por perdido al encontrar tu árbol sin la sombra. Otoño que se va, deja la alfombra al pie de un nuevo aire ya encendido. El cielo es un diamante desabrido y el tiempo en un rincón su peso escombra. La loma que te duerme en aire antiguo sabe el perfil exacto de tu viaje y se ahonda la tierra en un viraje que confunde el ocaso con el orto. Tiene un ciprés el corazón ambiguo; musita su palabra y queda absorto. VI Tú viniste a mirar rostros amables como viejas escobas. Yo estoy para olvidarlos.
Primer aniversario, noviembre de 1964. De La palabra a solas
|