Siempre sueño la realidad
El sueño todo, en fin, lo poseía; todo, en fin, el silencio lo ocupaba... Sor Juana Inés de la Cruz Sin cuellos machas cabezas pululaban; unidos de hombros vagaban desnudos brazos... Empédocles
Pues hormiga, vegetal, mujer o piedra, todo, por fortuna, se corrompe y pasa y se destruye y el mundo entero se equilibra y denso quiebra al mármol mismo y ya le arranca mariposas; yo quizá entonces sólo río, sólo luz brevemente enamorada que digiere y avanza, amenazada sombra, sueño. Te he soñado tres veces en mitad del espanto y en la penumbra tensa de la sábana. Soñé también en el estrago de árboles inmóviles, en la ruina y en las máquinas de pronto detenidas por óxidos sombríos. Y combatí contra la noche armada y soñé velo tras velo, párpado a párpado, el cuerpo natural, el tiempo seco, el pez varado y con su ojo terco: brutal paisaje donde sólo hay viento (y por detrás del viento, el hueco suave de una larva ciega). Soñé al torturado, que en la cárcel busca arrancarse, silenciosamente, sólo una cierta parte del encéfalo para no delatar, en el sueño, a sus amigos; a la mujer que intenta arruinarse la boca con la sombra para no revelar al esposo dormido el nombre del amante. Pero nada ocurre. Yo te construyo hacia adentro y habitas en mi cráneo con un rumor de helechos, con un filo de espadas. La cacería en que voy es una imagen pura; el venado herido no vierte aquí su sangre, en el colchón nocturno, donde sólo es verdad el resorte implacable incrustado en la espalda. ¿Dónde termino yo, dónde empieza mi cuerpo? Me muevo entre los átomos que traspasan mi terca geografía. Sólo puedo ser lo que soy si me sueño, si intercambio salivas con esta tierra grasa y musical y eterna, que me altera y conserva. Estoy descuartizado, créeme. Viudos de tus manos van mis hombros; tus senos completan mi delirio; de tu cuello brota mi cabeza; las yemas de mis dedos se acostumbran a mirar suavemente tus cabellos sonoros. Perteneces de cuerpo entero a la realidad, por eso te sueño como te pienso mientras duermo bestial, mineralmente. Sueño entonces la libertad y la desesperanza, el día en que la cosecha brote al paso del sembrador. Siempre sueño la realidad: todo lo que existe merece perecer.
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