Giacomo Leopardi Cantos Selección, nota introductoria, revisión y notas de Mariapía Lamberti Traducción de José Luis Bernal VERSIÓN PDF |
Nota Introductoria
El máximo poeta romántico italiano, Giacomo Leopardi, nació en 1798, en Recanati, villa algo menos que mediana de la región de Las Marcas, en los entonces Estados Pontificios, hijo del Conde Monaldo, reaccionario e incondicional del gobierno papal. Niño extraordinariamente precoz, adquirió una sólida formación humanística estudiando en los libros de la biblioteca paterna: a los once años componía en latín, a los catorce traducía los poetas líricos y épicos griegos y latinos, a los dieciséis escribía en latín un tratado sobre la vida de Plotino y un estudio sobre los más famosos oradores de la antigüedad, y realizaba un eruditísimo Ensayo sobre los errores populares de los antiguos. En aquellos "años de estudio loco y desesperadísimo", como él mismo escribió a su gran amigo el literato Giordani, el cuerpo se le hizo raquítico y enclenque, provocándole la irremediable convicción de ser destinado a la infelicidad y al desamor; pero el ánimo se le ensanchó hacia el más exaltado anhelo de grandeza y de gloria.
Mariapía Lamberti |
Canto I. A Italia
Aunque no lo sea propiamente, éste se considera el primero de los Cantos, y en tal posición aparece en todas las ediciones. Compuesto en 1818, refleja los espíritus juveniles de Leopardi, su énfasis patriótico que se manifiesta en todos los elementos que construyen la canción en un excursus pindárico. La retórica apasionada de las frecuentes interrogaciones, exclamaciones, arrebatos dramáticos, ha sido considerada excesiva, señal de la inmadurez poética del autor. Sin embargo, el mismo Francesco De Sanctis afirma que muchos de los jóvenes patriotas italianos que fueron a combatir durante las guerras de independencia llevaban en los labios los versos de este poema. |
Oh patria mía, miro los muros y arcos
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Canto ix. Último canto a Safo
Compuesto en 1822, hace parte de los cantos llamados del dolor histórico o progresivo. Leopardi retoma aquí, entre las muchas versiones de la vida de la poeta de Lesbos, la que nos la describe tan fea en el cuerpo como elevada en el espíritu, enamorada sin esperanza de un joven, Phaón, favorecido por la belleza pero de alma insensible, y suicida a consecuencia de este amor. El canto, en voz de la poeta al momento de decidir su muerte, trata los temas del anhelo de amor, de la Naturaleza madrastra y de su inexplicable e indiferente crueldad al repartir o negar sus dones.
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Plácida noche, y verecundo rayo |
Canto xi. El gorrión solitario
Compuesto en 1829, pero concebido ya diez años antes, hace parte de los llamados grandes idilios, o canciones libres, y es, con "A Silvia", uno de los poemas más célebres de Leopardi. El tema de la inexplicable renuncia a la vida que se suma a la indiferencia o al ensañamiento del hado, para aumentar el horror de la odiada vejez, está tratado a través de una límpida y enternecida visión de su paisaje natal.
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Desde la aguja de la antigua torre, |
Canto xiv. A la luna
Uno de los idilios breves en endecasílabos sueltos, o pequeños idilios, compuesto en 1819. La luna es uno de los interlocutores preferidos de Leopardi en los momentos de pausada melancolía como éste, en que se valora el sabor dulceamargo del recuerdo, el aumento de cuyo caudal, con el transcurrir de los años, es paralelo al aumento de la experiencia que hace imposible la esperanza, único bien, aunque falaz, de la vida.
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Oh graciosa luna, yo me acuerdo
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Canto xxi. A Silvia
Canción libre compuesta en 1828. Silvia es una de las tenues y fugaces figuras femeninas que nos presenta Leopardi, víctima de una muerte precoz que le arrebata el único bien concedido a los humanos: las ilusiones y esperanzas juveniles. Y Leopardi la asemeja a su propia esperanza, caída también antes de tiempo ante la lúcida comprensión de la verdad de la vida.
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Silvia, ¿revives siempre
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Canto xxvi. El pensamiento dominante
Compuesto en 1831, en los momentos más intensos de la pasión por Fanny Targioni Tozzetti, expresa el sentir leopardiano acerca del amor, entendido como el bien supremo en cuanto suprema ilusión, fuente de verdadera magnanimidad, pues impulsa a nobles empresas y a despreciar la muerte. De toda ilusión comparte la falacia y el destino de decepción, y el hombre que lo concibe está destinado a la soledad y el dolor; pero también a la orgullosa conciencia de superioridad y a la dicha suprema que el sentir mismo le da.
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Dulcísimo, potente
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Canto xxvii. A sí mismo
Compuesto en 1833, es el más perfecto de los llamados cantos de la última ilusión, dedicado a la amargura de la decepción amorosa. La asunción de la actitud estoica de lúcida renuncia se manifiesta en ritmos quebrados, versos constantemente encabalgados y frases cortas, que suenan como sollozos en contraste con la ostentada frialdad de la actitud de desprecio hacia la vida.
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Ya posarás por siempre,
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Canto xxviii. Aspasia
Compuesto en 1834, es el único Canto dedicado directamente a una mujer que le ha inspirado una verdadera pasión, retratada en su aspecto físico, entorno, actitudes y psicología. Esta descripción exaltada y sensual, única en la producción poética de Leopardi, que representa siempre una visión delicada y sublime de la mujer, angelical inspiradora o tierna víctima del hado, es el aspecto más notable del poema, y triunfa sobre las afirmaciones de libertad y desprecio, demasiado sarcásticas y dolidas para no revelar un sustrato pasional no resuelto.
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Torna a mi pensamiento algunas veces |
Canto xxxiii. El ocaso de la luna
Compuesto en 1837, el año de la muerte del poeta, es uno de los más perfectos entre los Cantos que hablan de la condición humana. La descripción serena del paisaje nocturno refleja su paz en las consideraciones desesperadas sobre la condición infeliz del hombre, condenado a sobrevivir a la pérdida de las esperanzas y de los fugaces placeres que sólo proporciona la juventud. El tono se mantiene sosegado aun en la amargura, y la comparación con el renacer cotidiano de la naturaleza asume el aspecto de una desolada resignación.
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Cual en noche desierta,
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