Thelma Nava |
Nota introductoria |
Thelma Nava nació en la ciudad de México en 1932. Formó parte de los talleres literarios de Juan José Arreola y Tomás Segovia en la “Casa del Lago”, y de los del Centro Mexicano de Escritores e Instituto Francés de la América Latina. Estuvo cerca de los editores y colaboradores de la revista Metáfora y publicó su primera plaqueta de poesía Aquí te guardo yo (1957) en los Cuadernos del Cocodrilo que animaban, entre otros, Efraín Huerta, con quien se casó y a quien acompañó hasta su muerte. Fue cofundadora de la revista El Rehilete, jefa de redacción y después directora de Pájaro Cascabel, miembro del consejo de redacción de Manatí y de la dirección colectiva de La brújula en el bolsillo. Durante algún tiempo ejerció el periodismo cultural en El Día y por esos años, en 1962, se hizo acreedora al “Premio de Poesía Ramón López Velarde” convocado por el periódico Ovaciones.
En sus inicios Thelma Nava mostró inclinación hacia los poemas amorosos escribiéndolos con una suerte de naturalidad arabesca y en los que resonaban los ecos de otras voces –muy natural en una obra primera–; aquí se vislumbran ya los enconados deseos de enterrar los manierismos sentimentales que malamente entintaban por aquella época la poesía escrita por mujeres en México –con las excepciones de Margarita Michelena, Pita Amor, Dolores Castro y Rosario Castellanos. Por su natural talento poético y su perseverancia en conocer a los autores clásicos al mismo tiempo que leía las obras de los poetas mayores contemporáneos, su segunda publicación La orfandad del sueño (1964) es una obra precozmente madura, escrita en un solo poema dividido en VII cantos, marcada con luminosidad por el empleo de metáforas esplendentes que de ninguna manera desvirtúan o limitan el discurso amoroso sino que lo consolidan abriéndolo a campos imaginativos más ricos. Cada canto es una lírica descripción de instantes sepultados en la orfandad cuando la noche –otra noche– apresa en su oscura alianza los relámpagos vivos en los que el amor ha grabado su tiempo, ese tiempo que para los amantes no deja de ser eterno. Colibrí 50 (1966) reúne algunos poemas de amor inscritos dentro del tono de su publicación anterior. Las alegorías se van apacentando hasta conseguir una inflexión más directa, preñada de una mayor severidad que redunda en la acendrada comprensión de su significado; en otros poemas, al contrario, utiliza los versos largos, de amplia respiración, signo premonitorio de su obra futura. En la otra parte del libro hace un viaje, un repaso hacia las cosas escondidas o negadas que habitan “el otro yo” y que ella busca, encuentra y desnuda para el lector que no tenga miedo a reconocerse o descubrirse. Después de veinte años de silencio inexplicable publica El primer animal (1986). Este libro es un canto al hombre, al mundo que habita y a su estado inconsciente de gracia. Testimonio fiel de una honda manifestación de los sentidos. Inventario del caos, de la soledad en compañía, de ciudades reales e irreales que un día sembraron nuestros pasos en la tierra, relación de acciones cometidas contra el hombre por la inquina de otros hombres, silabario de fe despedazado en aras de una paz ciega: sueño y vigilia, premonición y viento. Thelma Nava sosiega, humaniza la realidad estremecedora y brutal convirtiéndola, a través de su palabra –dardo en el blanco perfecto–, en una piedra de toque donde nacen los aires libertarios de un mundo más habitable. |
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La orfandad del sueño |
para Efraín
La vita non e sogno. Vero l’uomo e il suo spirito geloso del silenzio. Dio del silenzio, apri la solitudine. Quasimodo |
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Esbozo para empezar un amor |
Certero, como el que apunta al corazón dorado de la uva |
Fábula |
“No probarás varón en 40 días” te dijeron. Y habrás de recorrer la ciudad con tu sangre guardada como ánfora de vino, testimonio de estos días en que no dejas abandonada tu tristeza a la orilla de ninguna playa. El viento no circula porque le está prohibido. Te tiendes a la orilla de tus muslos y ves pasar la vida y el sueño del inválido y la loca carrera de la primavera que todavía cree en la sombra del dios. “No probarás varón en 40 días” mujer de sangre dulce y tierna, amarga y dolorida como la voz del hambre. No habrás de incrustarte en ninguna mirada ni esperarás amanecer en compañía, mujer que conoces el secreto del olor de la lluvia sobre la piedra y la morada de los pájaros amigos de tu ventana. Vencerás el plazo de la sangre enajenada, recuperarás el cuerpo de nadie. Recobrarás tus brazos y tu voz de mujer y tu amor de mujer sobre la tierra. |
Casi el verano |
Yo no digo que el sol, inaprehensible sueño de mi piel entabla una demanda amorosa contra el latido del día. Digo solamente que mi amor es un gajo desnudo que se cubre con hojas de ruibarbo y jazmines embotellados. Mi amor está desnudo y ha empezado a tatuar corazones en el viento, iconoclastas corazones dispensadores de azules albas. Nunca la música ha cabalgado en potros más esbeltos. Los antiguos pavorreales del verano han empezado a mirarse desplegando sus arpas de colores. A la luz del verano salta, canta, corazón. El aire quiere dormirse junto a tu boca. Tu corazón es una maquinaria secreta que me traga. La lluvia nos conduce de la mano hasta el pan tierno de su abrazo. A sus puertas estamos. Sobrecogidos y aromados. La mañana no quiere parecerse a ninguna. En el viento cercano una palabra tiembla. La niña ciega alcanza el sueño de la abeja. En tanto que nosotros transcurrimos. |
Las señales |
¿Acaso era necesario decir que las señales del amor eran tan evidentes como el sello que llevaba en la frente el acusado, como la ola invisible lamiendo el ala de nuestro corazón? ¿Acaso necesitábamos preguntarnos qué era lo que nos acercaba y nos hacía rechazarnos, serpientes agonizando en nuestro propio laberinto? Todo nacía de madrugada, con la avidez del que espera uno y otro día en silencio la partida, la ruptura del círculo, el imposible beso de la figura de barro que nos llama. Todo nacía en verano, donde la realidad y el sueño se confunden cogidos de la mano del absurdo, de lo que no es jamás regreso, de la siempre partida hacia otra parte. Día que aguardas el silencio de la luz construyéndote y llegas atónito ante las puertas que te fueron negadas. |
Irrealidad |
Nada es real el amor está detrás de cualquier puerta (¿pero cuál?) desconocido al que estuve a punto de hallar tantas veces sin conseguirlo. La mitad de mi vida lo he intentado. Nada es real mundo que se construye como una garra del sueño higo inmaduro soledad sola dicha dicha repetida (¿de qué color tienes los ojos esta mañana?) Nada es real el amor está detrás de cualquier puerta (¿pero cuál?) Extiendo los brazos y te apreso después desapareces. Me has enseñado a sonreír lejano como si anduvieras en otro país, en otros sitios donde no estoy Nada es real la sombra de nuestros deseos nos hace vivir, arder. El amor es sucesión de despedidas, trenes, aeropuertos. Te pierdo y te encuentro en todas las ciudades, en las plazas siempre caminando a la orilla del mar. Te pierdo en las palabras que no has dicho amor nunca mío arrebatado prestado (¿hasta cuándo?) Nada es real diciembre se lleva (¿o me trae?) tu imagen. Sabes a nuevo a cubierta de barco a sales marinas no recuerdo tu voz (¿cómo es tu voz?) y tú dices mi nombre (¿quién me nombra?) Nada es real el amor está detrás de cualquier puerta (¿pero cuál?) |
Los locos |
Los he visto de cerca, solemnes y magníficos, |
Colibrí 50 |
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1 No transcurre el tiempo cuando la soledad del hombre está desierta los actos cotidianos nos sitian estrellas como estatuas apagadas velan nuestro silencio Acaso el roce de la música suscita un movimiento un gesto un pequeño deseo 2 El aire quema en ocasiones nos sofoca su aliento bestial en los oídos y entramos en el sueño campanada luces mar sin escalas pescado de colores que se tragó pequeños peces por hambriento por sediento y luego las horas vacías las sin alcohol sin amor sin música (dónde estás colibrí fatigado que te has quedado mudo habrá que comprar otro y otro y otro) Los cigarros se alargan se acortan terminados interminables 3 Otra vez somos buenos y sensatos y amorosos El hechizo se ha roto Empieza el movimiento |
No tenemos piedad |
A Dionicio Morales
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No tenemos piedad de las manos que penden del sol, del renacimiento del astro huérfano que nos penetra en la piel como una inmensa tela sobre el corazón de la tristeza. No tenemos piedad de todos los besos dados porque nos hemos olvidado de volver al primero. No somos nuestros enemigos. Y estamos en el umbral de los ángeles para encontrar de nuevo su sonrisa. |
El sediento |
Como el que quiere y no, como el que llora lo que nunca ha tenido y se golpea las alas desbaratando tréboles inútiles. Caminará derecho hasta su orilla, se tenderá, de lado, para que el sol así, le dé la espalda. Y si la sombra llega, si aún es tiempo, le arrebate el perfil. Escribirá un monólogo de tierra en la sombra del viento. Se hará muchas preguntas pozo negro y vacío cueva del agua, ay este indefinible corazón mío. |
Verano en la ciudad |
a la memoria de José Carlos Becerra |
I Los árboles nocturnos crecende pronto sobre nuestros pasos. Cuando la luz descubre su presencia los desnuda y los puebla de voces las voces de la noche y sus amores. El agua juega entonces con el agua y regresa a sí misma como un amor de siempre que retorna o un estremecimiento recobrado. A lo lejos el agua forma figuras y silencios. La noche inventa juegos que el día no entiende ni logra jamás recuperar y nos devuelve a nuestro exilio. Crece la noche como los besos en los labios como la yerba crece, los pasos y las formas de los cuerpos el rumor y las voces de los cuerpos. O nuestro corazón de pronto sorprendido. Una pareja pasa sin mirar a nadie en el instante en que un hombre en cualquier sitio se entrega a lo desconocido. La noche silenciosa abierta al olor del verano suda viento y deseo bajo los rojos reflectores cuando el amor y sus actos son sencillos como en todo principio. |
II |
Lo profundo es el aire... Jorge Guillén |
He de nombrar a noche, la levedad del aire. De lo que nadie habla, de lo que se respira y aturde los sentidos panteras de ojos húmedos como el aire que duele inalcanzable perseguido en la otra ciudad en la antigua la de nombre de piedra. He de nombrar la luz que estalla bajo el sueño del agua, el aire que recorre todas las soledades y atraviesa la mirada del vendedor de objetos inútiles. La mariposa gigantesca se pliega al árbol que la posee en la sombra. El vaivén de sus alas toca la eternidad y la destruye mientras el árbol agotado jadea sueños como frutos. El aire avanza lento, levanta olas de arena, lame cuerpos que pasan. Atrás quedan los pasos, inciertos, furtivos o firmes pasos de quien camina la ciudad seguro de amanecer en el sitio de siempre. El aire levanta voces como sombras de agua, las oculta detrás de cualquier puerta. Y sucumbe. Se adormece en la noche. Vivo Vivaldi asiste a la boda del aire. Caminamos navegantes de noches apretadas y ávidas deshabitadas noches de muslos acechantes. Lo sabemos cualquier ciudad del mundo es solitaria a las 4 de la madrugada. III Esa presencia de lo humano en la lluvia como una jadeante respiración de amor, esa presencia de la lluvia cuando llega el otoño. En las manos aún el color de la tarde, la boca del verano delatándonos, habitantes silenciosos construyendo el instante de las azoteas en los suburbios donde el viento camina como por su casa. Canción del viento que se llevó la lluvia, guitarra sola y silvestre, desnuda y sola para la hora del amor, presencia urgente en este sitio en que se muere a diario. Labios febriles de pronto apaciguados. Luna del tigre buscándonos, cercándonos. Hombros estremecidos de veranos-tortuga. Amor de la tierra que no conoció el mar pero sí el pie desnudo, jamás la libertad, pero sí la palabra decisiva. Las calles de esta ciudad ¿qué nombre tienen, qué nuevos árboles, qué huellas de amor sobre su rostro? Cerca de nuestra sangre, insomne rosa, el corazón del hombre no descansa. Estamos nuevamente en tus orígenes, ciudad amada para siempre indefensa bajo la lluvia. |
La ciudad inocente |
Ciudad, enorme templo sordo. Fayad Jamís |
I |
Para nombrar a España con amor |
País que venías a mi encuentro sin sospecharlo (¿o era yo la que caminaba hacia ti?) que estuvo siempre detrás del mar, con su aliento de sal y el deseo de la primera golondrina. Es posible que un día me reconozca en ti, en tu olor de semillas, en tus flores recién cortadas, en tu morada donde la libertad me reciba como a un huésped deseado. Es posible. ¿Golpearía yo a tus puertas si no te amara? |
Presencia de las islas |
Como un cortejo cabalgando a solas surgen de la niebla. ¿Quién alimenta su esplendor que ninguna tempestad oculta? De las islas sube algo parecido al deseo. Casa viviente en el mar las islas animales fantásticos esperan su alimento de frutos silvestres su ración de ostras. Para mi corazón una isla iluminada con el brillo del mar una isla como espada atravesando la llanura marina una isla multiplicándose en su pequeña geografía una isla grito a solas jardín para romper la monótona presencia del mar la insoportable presencia de una soledad frente a sí misma. Allí abajo fruto corteza en movimiento la forma de las islas: única tentación de los navíos. |
Neblilúnea |
I ¿Sabías que una muchacha desnuda canta como una botella que se arroja al mar? ¿Lo sabías? Escúchame cantar como a un árbol lacustre en el centro de Neblilúnea, a la orilla de tu sangre, en tu terrestre compañía. Neblilúnea, la ciudad descubierta por nosotros conoce tu pasado y el mío. Buscada como a la casa de la infancia, aguardándonos en nuestras palabras agazapadas, Neblilúnea forma el nudo de la alianza y despierta a los diosecillos y a los demonios de las aguas y los vemos danzar y extender sus alas en juegos irrepetibles. II Soy sólo lo que tu corazón desea, lo que busca en silencio. Repito tu nombre en la ciudad donde tu voz y tu rostro permanecen. Transparente ciudad de los patos salvajes, criatura festiva de Occidente. Todos los caminos conducían a ti. Conocemos ahora la bondad de las aguas, la humedad de la tierra y la hojarasca vaticinadora de los sitios que aún no recorremos juntos. Estamos siempre en ti, vigilantes cuando el amor y sus actos, palabras y silencios son simples, como en todo comienzo. |
Destino de las palabras |
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Navegamos los días y las palabras viajan hasta darnos la mano las palabras incendio en los labios insomnes las palabras incendio festín de fuego para el solitario. ¿Qué destino para las palabras? Se recomienza siempre y se vuelve a la palabra primitiva la que ata y nos seduce viva temblorosa cálida como una mano en la espalda desnuda o la tibieza de un cuerpo no besado. |
Petición |
Deja que mi rodilla te ame igual que mi boca igual que el resto de mi cuerpo. |
Mujer inconveniente |
Definitivamente no, señora mía, usted no es la mujer que conviene a su marido. Carece de imaginación utiliza el gastado lenguaje de las mujeres de nuestros abuelos. Alterna las visitas a los supermercados con las telenovelas y espera con la crema puesta la cuota semanaria del amor. Y, sobre todo, usted no sería capaz de compartir a su marido como lo hago yo tranquila y resignadamente con usted. |
En México, donde tampoco tu fuego podrá extinguirse |
al Comandante Ernesto Che Guevara |
Será porque hoy tu fotografía junto a mí es una lámpara de fuego y ha venido un poeta de España que persigue tus pasos por la calle de Nápoles de la ciudad de México. Será porque duermes entre peces de tierra y no hay una paloma sobre tu pecho y tu espalda se ha quedado en silencio. Porque estás un poco más cerca de nosotros y una rosa de estaño aparece desnuda entre tus manos. Será porque no tengo tu mancuernilla derecha ni fui la maestra que habló contigo a la que corregiste los acentos en la pequeña escuela de Camiri. Yo sólo soy una mujer que tiembla cuando dice tu nombre. |
Para quien pretenda conocer a un poeta |
Es difícil conocer el corazón de un poeta. A primera vista resulta fácil doblegarlo por la vanidad ensalzarle y hasta aprenderse de memoria unas cuantas líneas suyas. Caminar a su lado y sostener el mar con la mirada, hablar de ciudades irreales, adivinar su amor y sus costumbres, su vida cotidiana, sus odios y rencores. Penetrar el secreto de su técnica, llegar a sus orígenes. Pero ¿quién, bajo lluvia, es capaz, sabe realmente cómo es por dentro ese cuerpo tembloroso, amoroso, maldito, blasfemo o perseguido de un poeta? |
Este hombre que va creciendo en Martí |
Este hombre que besa como si el ciel fuera a desplomarse y arrebata imágenes a la tarde este hombre que siembra sonrisas en mi piel certeramente dispuesto a encontrar flores marinas guarda cristales en la espalda como sueños inventa soles ama y va creciendo en Martí siempre en Martí. |
Tres poemas para Efraín Huerta
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Unas pequeñas: nostálgicas palabras al pie de una fotografía |
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Bala expansiva |
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Los frutos cotidianos |
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