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Las señales |
¿Acaso era necesario decir que las señales del amor eran tan evidentes como el sello que llevaba en la frente el acusado, como la ola invisible lamiendo el ala de nuestro corazón? ¿Acaso necesitábamos preguntarnos qué era lo que nos acercaba y nos hacía rechazarnos, serpientes agonizando en nuestro propio laberinto? Todo nacía de madrugada, con la avidez del que espera uno y otro día en silencio la partida, la ruptura del círculo, el imposible beso de la figura de barro que nos llama. Todo nacía en verano, donde la realidad y el sueño se confunden cogidos de la mano del absurdo, de lo que no es jamás regreso, de la siempre partida hacia otra parte. Día que aguardas el silencio de la luz construyéndote y llegas atónito ante las puertas que te fueron negadas. |