Ónix
Torvo fraile del templo solitario que al fulgor de nocturno lampadario o a la pálida luz de las auroras desgranas de tus culpas el rosario... —¡Yo quisiera llorar como tú lloras! Porque la fe en mi pecho solitario se extinguió como el turbio lampadario entre la roja luz de las auroras, y mi vida es un fúnebre rosario más triste que las lágrimas que lloras. Casto amador de pálida hermosura o torpe amante de sensual impura que vas —novio feliz o amante ciego— llena el alma de amor o de amargura... —¡Yo quisiera abrasarme con tu fuego! Porque no me seduce la hermosura, ni el casto amor, ni la pasión impura; porque en mi corazón dormido y ciego, ha caído un gran soplo de amargura, que también pudo ser lluvia de fuego. ¡Oh Guerrero de lírica memoria que, al asir el laurel de la victoria, caíste herido con el pecho abierto para vivir la vida de la Gloria!... —¡Yo quisiera morir como tú has muerto! Porque al templo sin luz de mi memoria, sus escudos triunfales la victoria no ha llegado a colgar, porque no ha abierto el relámpago de oro de la Gloria mi corazón obscurecido y muerto. Fraile, amante, guerrero, yo quisiera saber qué obscuro advenimiento espera el amor infinito de mi alma, si de mi vida en la tediosa calma no hay un Dios, ni un amor, ni una bandera.
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