Polvo, cadáver del tiempo
Espíritu de la tierra eres, polvo impalpable Omnipresente, ingrávido, cabalgando en el aire cubres millas marítimas y terrestres distancias con tu carga de rostros borrados y de larvas. ¡Oh, sutil visitante de las habitaciones! Los cerrados armarios te conocen. Despojo innumerable o cadáver del tiempo, tu ruina se desploma como un perro. Avaro universal, en huecos y en bodegas tu oro ligero, inútil, amontonas sin tregua. Coleccionista vano de huellas y de formas, les tomas la impresión digital a las hojas. Sobre muebles y puertas condenadas y esquinas, sobre pianos, vacíos sombreros y vajillas tu sombra o mortal ola extiende su cetrina bandera de victoria. Sobre la tierra acampas como dueño con las legiones pálidas de tu imperio disperso. ¡Oh roedor, tus dientes infinitos devoran el color, la presencia de las cosas! Hasta la luz se viste de silencio con tu envoltura gris, sastre de los espejos. Heredero final de las cosas difuntas, todo lo vas guardando en tu ambulante tumba.
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