Soneto a la rosa
A Jorge Rojas
En el aire quedó la rosa escrita. La escribió, a tenue pulso, la mañana. Y, puesta su mejilla en la ventana de la luz, a lo azul cumple la cita. Casi perfecta y sin razón medita ensimismada en su hermosura vana; no la toca el olvido, no la afana con su pena de amor la margarita. A la Luna no más tiende los brazos de aroma y anda con secretos pasos de aroma, nada más, hacia su estrella. Existe inaccesible a quien la cante, de todas sus espinas ignorante, mientras el ruiseñor muere por ella.
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