Pequeña canción del optimista
Llovía desesperada el agua turbia del cielo, desesperada llovía, poniendo un áspero velo entre te quiero y me quieres, entre tu anhelo y mi anhelo. Amor que disuelve el agua en una simple inmersión; amor que se desgañifa invocando a la razón; amor que piensa en mañana, no es amor de corazón. Tal vez la quise mucho, pero tal vez la quiero. Esta frase te ofrezco, cuyo único pero es que la dijo antes un autor extranjero. Ay de mí, ay de ti. De tus desdenes en vista, yo fe ofrezco mi cabeza como el señor Juan Bautista. No hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista La penuria de mis penas, el dolor de mis dolores. Puedo ofrecerte inclusive duelos de todos colores, y aún cosas inusitadas, por ejemplo, sinsabores. Un amor se pierde ahora, otro amor ahora se gana; la mañana será noche y la noche será mañana, y se abrirá en el silencio —breve y única ventana— como voz de la esperanza, la verde voz de una rana: Quien gana en amor se pierde, en amor quien pierde, gana
(Algunos poemas deliberadamente. . .)
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