La estatua
Eludes, dilettante, la profunda sencillez de mi vida. ¿Quién te dijo que el alma padecía, si alma no tengo? ¿Quién te dijo que fuese fantasmal la esencia mía?... Hiperbóreo fulgor de mi pureza. Arquitectura nívea de mi carne. Apenas tus pupilas, si son aptas, sabrán gozarme. Soy inmune al dolor. Algo de la esotérica tristeza que hay en los dioses, ha quedado en mí. Yo no siento placer. Soy como el árbol que te brinda sombra; y no sabe por qué, ni para qué... Este que ves, superficial encanto, éste, soy toda yo. La sangre que, purpúrea, me corría por las venas, troquela en manto. Este que ves, superficial encanto, soy toda yo. ¿Quién te dijo que no pueden vivir cuerpos sin alma.. Quién te dijo, que no me conoció...
(El aula, etc.)
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