Aquí se transcribe la copla que mis oídos oyeron
Acre sabor de las tardes en que fuimos bizarramente cobardes. Primer amor... ¿la quisimos?... Tiempo de ensueños opimos y de alardes. Tiempo de aplicar el llanto como lubricante, así como el aceite del ajonjolí a las muchachas pálidas de espanto, al patriotismo, al arte, al desencanto exacerbados hasta el frenesí. Cansancio de haber nacido cuando ya todo está hecho, dicho, mirado y oído; la semilla en el barbecho y el sentimiento raído que lleva el hombre en el pecho. Cansancio de todas esas cosas: de las lunas, los azules y las rosas y de las blondas cabezas. Hondo anhelo de asperezas ominosas. Cansancio de haber nacido en este gran siglo empequeñecido, sin pasión torva o celeste. Cueste, oh Dios, lo que cueste mártir mejor, o bandido. Vivir con la vista fija en algo que fijeza rauda exija: la locura de un hidalgo la reputación de una hija o la carrera de un galgo. Vivir consagrado a una gran pasión; no caer en tentación, pintar de verde la luna, desbancar a la fortuna o querer sin corazón. Quisiera yo que siquiera al final el arduo camino fuera para bien o para mal, árbol no de ciencia artera, sí, pecado original.
(Breve glosa al Libro de Buen Amor)
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