Escuela de sordos
Los niños sordos eran ágiles monos, peces trémulos y súbitos. Tenían caras alertas y simples Como caras de animalitos, pequeños lémures nocturnos en la luz de la linterna. Les faltaba una dimensión, Les faltaba una sutil aura oscilante de sonido y respuestas al sonido. Todo el cuerpo era ajeno A la vibración del aire, vivían por los ojos. La clara mirada simple, la plena atención instantánea. Sus seres no estaban trenzados en una voz Trenzada a su vez en una cara Oyéndose a sí misma, su propio público y auditorio, Aparición camuflada, aseveración en duda – Sus seres se escondían, y sus caras asomaban del escondite. Con lo que hablaban era una máquina, Una manipulación de dedos, un tablero de control de gestos Allá afuera en el espacio extraño Apartado de ellos – Sus caras sin usar eran simples lentes de vigilancia Simples charcos de candorosa vigilancia Sus cuerpos eran como sus manos Más ágiles que cuerpos, como los martinetes de un piano, Una viveza de marioneta, una simple acción mecánica Una vaguedad de jeroglifo Una estilizada escritura Deletreando señales aproximadas Mientras el ser atisbaba tras la cara del simple encubrimiento, Una cara no meramente sorda, una cara en la oscuridad, una cara no apercibida, Una cara que era simplemente la piel frontal del ser, encubierto y aparte.
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