Luna llena y la pequeña Frieda
Una tardecita fresca reducida al ladrido de un perro y el ruido de un balde – Y tú escuchando. Una telaraña, tensa del contacto del rocío. Una cubeta izada, quieta y rebosante – espejo. Que incita a la primera estrella a estremecerse. Las vacas van a la querencia por el sendero, ciñendo a los arbustos sus tibias guirnaldas de aliento– Un oscuro río de sangre, muchas peñas. Balanceando leche no derramada. "¡Luna!" gritas de pronto. "¡Luna! ¡Luna!" La luna ha retrocedido como un artista que mira asombrado una obra. Que lo señala asombrada.
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