Un dios
El dolor le tapó los ojos como un sombrero de bufón Le enterraron electrodos de dolor en los parietales. Era inerme como un cordero Que no puede nacer Cuya cabeza cuelga bajo el ano de su madre. El dolor acuchilló su mano, en la horcadura de la M, Hecho de hierro, del corazón de la tierra. De ese dolor pendió Como si lo estuvieran pesando. La destreza de sus dedos le valió Lo que los cascos del buey, en el bote de basura, Valen a la cabeza cortada a cercén Que cuelga de su gancho galvanizado. El dolor enganchó su pie de parte a parte. De ese dolor, también, pendió Como si lo exhibieran. Su paciencia tenía sentido sólo para él Como la sanguínea sonrisa invertida De un medio puerco colgado. Allí, colgado, Aceptó el dolor a través de sus costillas, Porque no era más capaz de evitarlo Que la colgante liebre del recovero, Oculta debajo de ojos que se aconcavan, Es capaz de evitar Lo que ha reemplazado su vientre. No podía entender qué había pasado Ni en qué se había convertido.
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