Sonata
Otra vez el tiempo te ha traído al cerco de mis sueños funerales. Tu piel, cierta humedad salina, tus ojos asombrados de otros días, con tu voz han venido, con tu pelo. El tiempo, muchacha, que trabaja como loba que entierra a sus cachorros como óxido en las armas de caza, como alga en la quilla del navío, como lengua que lame la sal de los dormidos, como el aire que sube de las minas, como tren en la noche de los páramos. De su opaco trabajo nos nutrimos como pan de cristiano o rancia carne que se enjuta en la fiebre de los ghettos. A la sombra del tiempo, amiga mía, un agua mansa de acequia me devuelve lo que guardo de ti para ayudarme a llegar hasta el fin de cada día.
De Los trabajos perdidos
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