Lieder
I En alguna corte perdida, tu nombre, tu cuerpo vasto y blanco entre dormidos guerreros. En alguna corte perdida, la red de tus sueños meciendo palmeras, barriendo terrazas, limpiando el cielo. En alguna corte perdida, el silencio de tu rostro antiguo. ¡Ay, dónde la corte! En cuál de las esquinas del tiempo, del precario tiempo que se me va dando inútil y ajeno. En alguna corte perdida tus palabras decidiendo, asombrando, cerniendo el destino de los mejores. En la noche de los bosques los zorros buscan tu rostro. En el cristal de las ventanas el vaho de su anhelo. Así mis sueños contra un presente más que imposible innecesario.
II Giran, giran los halcones y en el vasto cielo al aire de sus alas dan altura. Alzas el rostro, sigues su vuelo y en tu cuello nace un azul delta sin salida. ¡Ay, lejana! Ausente siempre. Gira, halcón, gira; lo que dure tu vuelo durará este sueño en otra vida.
Lied en Creta
A cien ventanas me asomo, el aire en silencio rueda por los campos. En cien caminos tu nombre, la noche sale a encontrarlo, estatua ciega. Y, sin embargo, desde el callado polvo de Micenas, ya tu rostro y un cierto orden de la piel llegaban para habitar la grave materia de mis sueños. Sólo allí respondes, cada noche. Y tu recuerdo en la vigilia y, en la vigilia, tu ausencia, destilan un vago alcohol que recorre el pausado naufragio de los años. A cien ventanas me asomo, el aire en silencio rueda. En los campos, un acre polvo micenio anuncia una noche ciega y en ella la sal de tu piel y tu rostro de antigua moneda. A esa certeza me atengo. Dicha cierta.
IV
En un jardín te he soñado… Antonio Machado
Jardín cerrado al tiempo y al uso de los hombres. Intacta, libre, en generoso desorden su materia vegetal nvade avenidas y fuentes y altos muros y hace años cegó rejas, puertas y ventanas y calló para siempre todo ajeno sonido. Un tibio aliento lo recorre y sólo la voz perpetua del agua y algún leve y ciego crujido vegetal lo puebla de ecos familiares. Allí, tal vez, quede memoria de lo que fuiste un día. Allí, tal vez, cierta nocturna sombra de humedad y asombro diga de un nombre, un simple nombre que reina todavía en el clausurado espacio que imagino para rescatar del olvido nuestra fábula.
Lied de la noche
La nuit vient sur un char conduit par le silence Lafontaine
Y, de repente, llega la noche como un aceite de silencio y pena. A su corriente me rindo armado apenas con la precaria red de truncados recuerdos y nostalgias que siguen insistiendo en recobrar el perdido territorio de su reino. Como ebrios anzuelos giran en la noche nombres, quintas, ciertas esquinas y plazas, alcobas de la infancia, rostros del colegio, potreros, ríos y muchachas giran en vano en el fresco silencio de la noche y nadie acude a su reclamo. Quebrantado y vencido me rescatan los primeros ruidos del alba, cotidianos e insípidos como la rutina de los días que no serán ya la febril primavera que un día nos prometimos.
Lied marino
Vine a llamarte a los acantilados. Lancé tu nombre y sólo el mar me respondió desde la leche instantánea y voraz de sus espumas. Por el desorden recurrente de las aguas cruza tu nombre como un pez que se debate y huye hacia la vasta lejanía. Hacia un horizonte de menta y sombra, viaja tu nombre rodando por el mar del verano. Con la noche que llega regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales. |