Vida menor
La fuga de lo real, todavía más grande la fuga de lo mágico, más grande que todo, la fuga de sí mismo, la fuga de la fuga, el exilio sin agua y sin palabra, la pérdida voluntaria del amor y la memoria, el eco ya no correspondiendo al llamado, y este fundiéndose, la mano tornándose enorme y desapareciendo desfigurada, todos los gestos al final imposibles, si no fútiles, la inutilidad del canto, la limpieza del color, ni brazo a moverse ni uña creciendo. Con todo, no la muerte. Mas la vida captada en su forma irreductible, ya sin ornato o comentario melódico, vida a que aspiramos como paz en el cansancio (no la muerte), vida mínima, esencial; un inicio; un sueño; menos que tierra sin calor; sin ironía ni ciencia; lo menos cruel que se puede desear: vida en que el aire, no respirado, todavía, me envuelva; ningún gasto de tejidos; ausencia de ellos; confusión entre mañana y tarde, ya sin dolor, porque el tiempo no se divide más en secciones; el tiempo eludido, domado. No lo muerto ni lo eterno o lo divino, apenas lo vivo, lo pequeñito, lo callado, indiferente y solitario vivo. Eso procuro.
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