Los hombros soportan el mundo
Llega una época en que no se dice más: Dios mío. Época de absoluta depuración. Época en que no se dice más: amor mío. Porque el amor resultó inútil. Y los ojos no lloran. Y las manos tejen apenas su rudo trabajo. Y el corazón está seco. En vano mujeres golpean la puerta: no abrirás. Te quedaste solo; la luz se apagó, pero en la sombra tus ojos brillan enormes, Eres todo certeza; ya no sabes sufrir y de tus amigos no esperas nada. Poco importa que llegue la vejez, ¿qué es la vejez? Tus hombros soportan el mundo: y no pesa más que la mano de un niño. Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios prueban apenas que la vida prosigue y no todos se liberan todavía. Algunos, encontrando bárbaro el espectáculo, preferirían (los delicados) morir. Llegó una época en que da igual morir. Llegó una época en que la vida es una orden. La vida apenas, sin mistificación.
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