Memorial a los tres reinos Hablo a los tres reinos Al tigre sobre todo Más susceptible de escucharme A la escoria de hierro a la carbonilla Al viento que no se sitúa en ninguno de los tres reinos Para la tierra habría que emplear un lenguaje de cieno Para el agua un lenguaje de ventosa Para el fuego apretar la poesía en un torno y romper el cráneo atroz de las iglesias Hablo a los sordos de orejas tumefactas A los mudos más imbéciles que su silencio imponente Huyo de los ciegos pues no podrán comprenderme Todo el drama ocurre en el ojo y lejos del cerebro Hablo de un cierto encanto incomprensible De una costumbre desconocida e irreductible De ciertas lágrimas, secas Que pululan sobre el semblante del hombre Del silencio resultante del gran grito del nacimiento De este instinto de muerte que nos subleva A nosotros los mejores de entre los hombres Y cada mañana se hace tangible en la forma de medusa sangrante a la altura del corazón Hablo a mis amigos lejanos cuya imagen turbia Tras de un telón de estrépito de cataratas Me es querida como una esperanza inaccesible Bajo la campana de un buzo En la soledad simplemente de un claro de bosque
(Traducción de Carlos Germán Belli)
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