A un alma ausente
Porque sabías lo que nunca dije y no diré ya más, lloro en tu muerte mi propia muerte, y me sepulto en vida. Resurrección... eternidad... encuentro definitivo en la serena hondura, en un presente que lo abarca todo como mar sin orillas y sin viento, bañado en luz que brota del mar mismo. Así será. Recónditos veneros que nutrieron las almas y las vidas de tantos hombres que en alquimia oculta forjaron mi emoción y tu sonrisa, irán al mismo mar... Allí estaremos tu madre y yo y el hijo de tu carne y todo nuestro ayer, lo que sin tregua ' nazca de nuestros ríos silenciosos en el tiempo voraz que engendra y traga la sucesión de vidas y de muertes... Verdad, así será... Mas esta vida pequeña y vacilante, como niño que da en el bosque los primeros pasos, esta urdimbre de espinas y de flores que puso el tiempo en el jardín del mundo como una iniciación para lo eterno ¿no ha de volver jamás? ¿Será tan sólo ave fugaz que canta y agoniza y se lleva el secreto de su canto? Esta vida que ignora y que pregunta, ésta, que nada sabe, pero atisba el misterioso signo de los astros ¿se borrará por siempre, como río que nunca torna al manantial paterno?
Dímelo si lo sabes, sombra ausente.
1943
(Segundo despertar)
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