Tarea poética
Dura como la vida la tarea poética, y la vida desesperadamente inclinada, para poder oír en el gran cántaro vegetativo una partícula de mármol, por lo menos, cantando solo como si brillara y pinchándose en el cielo más oscuro. Atravesábamos calles repletas de sal hasta los aleros, y la barba se nos caía como si sólo hubiera estado escrita a lápiz. Pero la Poesía, como una bellota aún cálida, respiraba dentro de la caja de un arpa. Sin embargo, en ciertos días de miseria, un arco de violín era capaz de matar una cabra sobre el reborde mismo de un planeta o una torre. Todo era cruel, y la Poesía, el dolor más antiguo, el que buscaba dioses en las piedras. Otro fue aquel terrible sol vasomotor por entre las costillas de San Sebastián. Nadie podrá mirarte como entonces sin recibir un flechazo en los ojos.
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