Poesía quemada
Entre las obras puras, nada que hacer. Tampoco entre las Ánimas o las Ruinas. El poema debe ser extraviado totalmente en el centro del juego, como la convulsión de una cacería en el fondo de una víscera. Y reír de sí mismo con el costillar del ventisquero. Sólo lejos de ti, en el milagro de no encerrar cordero en el pan de cada día. Y nada que se asemeje al punzante abalorio de los cítricos. Me tentaré lejos de Dios, mano a mano, a mí mismo, con la sinceridad hambrienta del perro que duerme temblando sobre el pan enterrado por su madre. ¡Y te quemaré en mí, Poesía! En ladrillos de venas de amor, te escribiré empapándote profundamente. ¡Luego vendrá el sol y te extraerá con los colmillos!
|