Embarcadero
Si tuviera aquí mi máscara de ciudad, o máscara de ventana, todavía. O aquel verbo que encadena los pasos a las bestias. Si al menos tuviera la poesía, la posible escritura de goma, como una operación de mono parpadeante de luciérnagas. Pero este cuadrilátero, este cubo de ladrillo y de muecas, obra con la feroz exactitud de la materia, como ayer en Paysandú o en Ecbatana. Sin embargo, en los puertos, cada día, frente a llorosas tribus de mensajeros, son desatados los más bellos cadáveres de la víspera. Van solos, desolados, a sus aniversarios, a sus coartadas, a sus tiburones.
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