Actos de desesperación
Cuando llovía durante semanas y aquel zaguán rugía blasfemias de torrente y de caballo, torcíanse las estrellas, éramos ahuyentados detrás de los roperos del Diluvio, y se nos suspendía de la incolora cuerda de los fetos. Recién ahogados, teníamos ya el peso retumbante de los niños de animal y de lodo. Volvían después radiantes estaciones de mercado. Era posible salir y atravesar la oscuridad que rodeaba sus veloces cumpleaños. Pero ya nuestra ejecución había sido postergada.
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