Latín y jazz
Leo en un mismo aire a mi Catulo y oigo a Louis Armstrong lo reoigo en la improvisación del cielo, vuelan los ángeles en el latín augusto de Roma con las trompetas libérrimas, lentísimas, en un acorde ya sin tiempo, en un zumbido de arterias y de pétalos para irme en el torrente con las olas que salen de esta silla, de esta mesa de tabla, de esta materia que somos yo y mi cuerpo en el minuto de este azar en que amarro la ventolera de estas sílabas. Es el parto, lo abierto de lo sonoro, el resplandor del movimiento, loco el círculo de los sentidos, lo súbito de este aroma áspero a sangre de sacrificio: Roma y África, la opulencia y el látigo, la fascinación del ocio y el golpe amargo de los remos, el frenesí y el infortunio de los imperios, vaticinio o estertor: éste es el jazz, el éxtasis antes del derrumbe, Armstrong; éste es el éxtasis, Catulo mío, ¡Thánatos!
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