Material de Lectura

Carl Sandburg



Selección, traducción y nota introductoria de
José Vicente Anaya



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Nota introductoria


Carl Sandburg fue un poeta católico socialista-utópico. Nació en los Estados Unidos, en Galesburg, Illinois, el 6 de enero de 1878, y murió en Fiat Rock, Carolina del Norte, el 22 de julio de 1967. Fue autor de más de 40 libros publicados. Sin embargo, publicó por primera vez cuando tenía 36 años de edad, en la revista Poetry. En ese tiempo ganó el premio de poesía Levison. En dos ocasiones obtuvo el premio Pulitzer. Sandburg fue de formación autodidacta, pues abandonó los estudios escolares siendo niño, a los 13 años de edad. Vivió de diferentes empleos como el de obrero o artesano, durante muchos años. En la medida en que fue publicando su obra, se distinguió como poeta, historiador, novelista, biógrafo, músico y periodista. En la prensa lo llegaron a considerar como "el poeta nacional". Durante su edad avanzada, muchas universidades le otorgaron doctorados Honoris causa. Sandburg fue de los poetas (como Ezra Pound, William Carlos Williams, Kenneth Patchen, e.e. cummings, Hart Crane y Vachel Lindsay) que establecieron, con su creación literaria, las bases para la modernidad poética en los Estados Unidos, y su obra fue determinante para la poesía nueva —especialmente para la generación beat.

José Vicente Anaya


La niebla


La niebla llega
con pisadas de gato.

Se sienta
sobre sus ancas
silenciosas
para observar
el puerto y la ciudad.
Luego se marcha.


Bajo la luna de agosto


Bajo la luna de agosto
las suaves gotas de plata
caen, resplandecientes,
sobre jardines nocturnos;
y la muerte, burlona gris,
viene susurrándote
como una bella amiga
que te recuerda.

Bajo las rosas del verano
el fragante carmesí se oculta
durante el crepúsculo,
entre hojas silvestres
coloradas; y el amor,
con manos pequeñitas,
viene a tocarte
con miles de recuerdos
y te plantea preguntas bellas
que no tienen respuesta.


Extravío


Solo y desolado
paso la noche
en un lago.
La niebla se arrastra
y la llovizna serpentea.
El pitido de un barco
llama y llora sin parar
como un niño perdido,
entre lágrimas y desazón,
que trata de alcanzar
el pecho y los ojos
de un puerto.


Mag


Que Dios hubiera impedido nuestro encuentro, Mag.
Que nunca hubieras abandonado tu trabajo por venirte
conmigo.
Que nunca hubieras tenido permiso ni vestido blanco
para casarte el día que perseguimos al juez
y le dijimos que nos amaríamos y nos cuidaríamos
siempre y tanto como perduran el sol y la lluvia.
Sí, ahora deseo que tú vivieras lejos,
y que yo fuera un bulto entre puñetazos
a mil quinientos kilómetros de aquí, muerto
y despedazado.

Que los niños nunca hubieran venido.
Nunca hubiera pagado por la casa, el carbón.
la ropa. Que nunca hubiera visto al abarrotero
cobrando frijoles y ciruelas.
Que Dios nunca me hubiera dejado verte, Mag.
Que Dios les hubiera impedido nacer a los niños.


El pasto


Amontonen los cuerpos en Austerlitz y Waterloo.
Remuévanlos con una pala y déjenme trabajar—
Yo soy el pasto. Todo lo cubro.

Amontonen los cuerpos en Gettysburg, Ypres y Verdun.
Remuévanlos con una pala y déjenme trabajar.
Pasarán dos o diez años y los pasajeros
preguntarán al conductor:
¿Qué lugar es éste?
¿Dónde estamos?

Yo soy el pasto.
Déjenme trabajar.


Astilla


El canto del último grillo
cruza por el frío
de la primera nevada,
y así se despide de nosotros.
Esa astilla delgada que canta.


La frialdad de los sepulcros


Cuando Abraham Lincoln fue enterrado en su tumba se
olvidó de las víboras y hasta de su asesino... metido
entre la tierra, en la frialdad de su sepulcro.
Ulises Grant dejó de pensar en sus enemigos y en Wall
Street. Los pagos de contado y las fianzas se hicieron
cenizas... entre el polvo, en la frialdad de su sepulcro.

¿Y el cuerpo de Pocahontas, tan hermoso como un álamo,
tan dulce como una caña roja de noviembre o como una
papaya de mayo, demuestra su asombro? ¿Hay algo que
recuerde... entre el polvo, en la frialdad de su sepulcro?

Piensa en cualquier persona de la calle, en quien está
comprando ropa o comestibles; en los que alaban a los
héroes; en los que soplan cornetitas y arrojan confeti...
Si los amantes se pierden... quién alcanza algo más de
lo que tienen los amantes... entre el polvo... en la
frialdad de los sepulcros.


Plegaria del acero


¡Colócame en un yunque! ¡Oh Dios!
Golpéame, martíllame en una pezuña de cabra.
Déjame atisbar en viejas paredes desvencijadas.
Permíteme sostener y destruir los viejos cimientos.

¡Colócame en un yunque! ¡Oh Dios!
Golpéame, martíllame en un perno de acero.
Introdúceme a las vigas de los rascacielos.
Sujétame, con remaches al rojo vivo,
en todas las vigas centrales.
Déjame ser el gran clavo que sostiene
al rascacielos en una noche triste
tapizada con blancas estrellas.


Ejército expedicionario de los Estados Unidos


Colgaremos en la pared un rifle oxidado, corazón,
con ranuras onduladas y escamitas de óxido.
Durante la oscuridad una araña tejerá su nido plateado
en el hueco más tibio de ese rifle.
También habrá óxido en el gatillo y en la mira.
Ninguna mano pulirá ese rifle colgado en la pared.
Los dedos índices y pulgares, distraídamente,
apuntarán, por pura casualidad, cerca del rifle.
Se hablará de las cosas medio olvidadas en el deseo
de olvidar.
Le dirán a la araña: sigue, sigue, estás haciendo
muy buen trabajo.


Tal vez


Tal vez él me crea, tal vez no.
Tal vez me case con él, tal vez no.
Tal vez el viento de la pradera,
el viento del mar, tal vez,
alguien en algún lugar
tal vez lo diga.
Pondré mi cabeza en su hombro y
cuando me pregunte le diré que sí,
tal vez.


Isla de Patmos


Los carruajes invisibles
en el alto cielo
Transportan arcángeles
(también invisibles).
He visto esos carruajes. Tú también,
o no sabes de lo que te has perdido.
He conversado con los arcángeles. Y tú
también, o no sabes lo que has perdido.
Yo camino con los arcángeles
por dondequiera que voy. Y tú también,
o no sabes de lo que te has perdido.
Yo soy un jirón de humo. También tú.
Necesito de los arcángeles, como tú,
a no ser que prefieras seguir perdiendo.
Yo invento a los arcángeles que necesito.
Como lo haces tú.
Somos aurigas con alas y vestidos con
túnicas blancas, y manejamos
los carruajes de los elegidos.


¿Era un sueño sonando?


¿Era un sueño sonando
o un sonido soñando?
¿Puede uno que suena sonar un sueño
o un soñador soñar un sonido?

El sonido en un sueño
golpea fuerte al que sueña.

En este momento la luna, sobre Indiana,
es el sonido de fuego de un fantasma que sueña.


El enjuague del mar


El mar enjuaga sin fin.
Se repite y se repite el enjuague del mar.
¿Sólo conoce las viejas canciones?
¿Eso es todo lo que sabe el mar?
¿Solo canciones de
vieja potencia?
¿Eso es todo?
El enjuague del mar se repite y
se vuelve a repetir.


Felicidad


Pedí que me dijeran qué es la felicidad
a los maestros que hablan
del significado de la vida
y a los dirigentes famosos que ordenan
trabajar a miles de hombres,
pero ellos sólo movieron sus cabezas y
sonrieron pensando que
yo los creía unos tontos.
Tiempo después, un domingo en la tarde,
vagué por el río Desplains y vi
a un grupo de húngaros bajo los árboles
con sus mujeres y sus niños
y un barril de cerveza y un
acordeón.


Puertas que se abren y cierran


Nunca regreses.
Te digo adiós mientras te veo cerrar la puerta.
La desesperanza abre puertas que llaman y
esperan y te dejan entrar para— ¿por
cuántos centavos al día? ¿Cuántos
centavos para ojos y dedos que se están desvelando?

Te digo adiós porque te cortaron las venas,
en la oscuridad y calladamente, día con día,
y gota por gota te has desangrado. Has
terminado siendo una joven envejecida.
Nunca regreses.


Luz blanca


Tu luz blanca destella sobre la noche helada,
oh Luna del poniente púrpura y callado.
Recuérdame como a uno de tus amantes en
tus sueños.


Acertijos de ratas


Ahí había una rata gris que
me miraba con sus verdes ojos
sacándolos de su agujero

"¡Hola, rata! —le dije—
¿Será posible que yo llegue a hablar
en el lenguaje de las ratas?"

Y aquellos verdes ojos pestañearon,
pestañearon desde el agujero.

"Vuelve —le dije—.
Dime algunos acertijos.
Las ratas han de tener
sus acertijos".

Aquellos verdes ojos me pestañearon
y, del agujero, salió un susurro:
"¿Quién crees que eres y por qué
rata eres? ¿Dónde dormiste la noche
pasada y por qué es que estornudas
los martes? ¿Por qué la sepultura
de una rata no es más profunda
que la del hombre?"

La rata ojiverde chicoteó su cola
y, tras el gris agujero, desapareció.


Ratas de callejón


Hay quienes, a ciertos bigotudos, los llaman
"lilos" y, con máscaras verbales,
chisporrotean sobre las barbas como:
"de candado", "cerradas", "de chivo".

Metáforas como ésas se sueltan de sus labios
mientras llora la calle y los gorriones
persiguen al polvo de avena esparcido
en las banquetas.
¡Já-ja-já, esas metáforas! —y ¡Já-ja-já,
esos muchachos que la policía llamó
"La Sucia Docena" y pusieron sus nombres
en las primeras planas de los periódicos;
y ese mismo día, dos de ellos gruñeron
en la "fiesta de la corbata" (ahorcados)
...así dirían aquéllos
con sus metáforas a flor de labios.


Rojo y blanco


Nadie corta rosas rojas cuando aúlla el viento invernal y
La nieve blanca cae entre cercas y puertas rechinantes.
Nadie mira las soñadoras esculturas de nieve cuando las
rosas.
del verano florecen rojas y suaves en jardines y rincones.
¡Ah!, yo he amado a las rosas rojas; ¡Ah!, y a la nieve
blanca—
designios que sueñan al invierno y al verano —son
la nieve y las rosas.


Bosquejo


Las sombras de los barcos
se mecen encima,
sobre el brillo azul claro
del tardo y suave redoblar
de la marea.

La larga playa color de lana,
donde el cielo se moja,
forma un brazo de arena
sobre un trecho de sal.

Los pliegues infinitos y diáfanos
del agua, seductores,
se deslizan y se van.
Las migajas de las olas
y las blancas burbujas reventadas
lavan la playa.

Se mecen encima,
sobre el brillo azul claro,
las sombras de los barcos.


Transcurrir


La arena del mar
se torna roja
cuando llega y tiembla
la puesta del Sol.
La arena del mar
se torna amarilla
cuando, incierta,
la Luna se inclina


Enrojecer


Enrojece el lento rescoldo en la punta
del cigarro. La ceniza, gris, almidona
y cubre todo el silencio del fuego.
(Un gran hombre, amigo mío, está muerto;
y, mientras yace en su ataúd su
flama apagada, yo estoy sentado
entre sombras que me oprimen, y
fumo observando que mis pensamientos
vienen y van).


Un resguardo


Pasé entre muchas paredes horrendas,
por portales donde las mujeres miraban
con sus ojos profundos y hambrientos,
entre sombras fantasmas de manos famélicas.
Al salir de esas paredes horrendas, de
pronto, yo estaba en las afueras de la ciudad:
en la quebrada azul de un lago
con grandes olas que se rompían bajo el sol.
La ribera curvada me roció con el agua.
Se formó una tormenta de gaviotas flotantes:
multitudes de magnas alas grises
y blancos pechos en vuelo, girando
con toda la libertad en el espacio abierto.


El puente de la calle Clark


Hay polvo en los pies y
en las ruedas de las carretas.
Pasan carretas y gente.
Todo el día veo
ruedas y pies.

Ahora...
...sólo hay neblina y estrellas,
un policía solitario,
dos bailarinas cabareteras,
y más estrellas
y más neblina.
Ya no hay ruedas ni pies,
ni polvo ni carretas.

Hay voces que cuestan
dólares; y
gotas de sangre
...
Voces de corazones
desgarrados
... Voces que cantan
y cantan
... Voces de plata
que cantan y son
más suaves que las estrellas,
más suaves que la neblina.


Tullido


En cierta ocasión miré a un tullido.
Respiraba con lentitud sus últimos días
de blanca peste.
Miraba con sus ojos cavernosos,
pidiendo aire.
Gesticulaba con desesperación
moviendo sus manos desgastadas.
Más tarde, en la casa oscura
y polvorienta de un barrio, me dije
que hubiera preferido ser un alto girasol,
en un jardín campestre, que levanta
su rostro café-dorado ante el verano,
bañado por la lluvia
y cubierto por el rocío,
mezclado entre amapolas
y montones de malvas;
mirando maravillado, noche tras noche,
las claras procesiones en silencio
que hacen las estrellas.


El tranvía de la calle Halsted


Vengan caricaturistas,
vengan conmigo
a viajar de pie
en el tranvía
de la calle Halsted,
a las siete de la mañana.

Tomen sus lápices
y dibujen estos rostros.

Traten de dibujar estas caras torcidas;
a ese cuidador de cerdos en la esquina
—su jeta—; a esa muchacha obrera
con overol —sus mejillas perdidas

Encuentren con sus lápices
un modo de grabar
sus memorias con esos
rostros vacíos, fatigados.

Después de dormir,
en la húmeda aurora,
en el alba fría,
esos rostros están
con los deseos cansados
y los sueños vacíos.


Jack


Jack fue un negro garboso y baquetón.
Durante 30 años trabajó en el ferrocarril, 10 horas
al día, y sus manos se volvieron más duras
que las suelas de sus zapatos.
Se casó con una mujer fuerte y tuvieron 8 hijos y
la mujer murió y los niños crecieron y se
largaron y le escribieron cartas al viejo
cada dos años.
Murió en una pobre casa, sentado en un banco bajo
el sol contando sus recuerdos a otros viejos
cuyas mujeres murieron y sus hijos se largaron.
Mostró gozo en su rostro al morir igual que mostró
gozo durante el tiempo en que vivió —él fue
un negro garboso, arrogante y baquetón.


Soterrado


I

Soy la contracorriente
que mueve mareas poderosas
y derriba los pilares
de lo que más aprecias.

II

Soy el insomne
lento devorador
que pudre o aherrumbra
igual tus ligamentos
que los grandes furgones.

III

Soy la Gran Ley,
más antigua que tú
y que tus
muy orgullosos
ascendientes.

Estoy sordo
todos los días,
aunque digas
"sí" o "no".

Soy el desmenuzante
mañana.


Pérdidas


Tengo un amor,
un niño,
un banjo
y unas sombras.
(Pérdidas de Dios.
Todo se va
y, algún día,
nos quedamos
tan sólo
con las sombras).


Altgeld


Escucha el tic-tac del Gran Reloj antiguo.
John P. Altgeld dijo que el Gran Reloj
antiguo sigue funcionando.
Taconea por tu camino hacia el infierno,
luego regresa y toma un millón de dólares.
¿Para qué?
Atrasado y adelantado,
día y noche;
un año más, uno menos,
John P. Altgeld dijo que el Gran Reloj antiguo
sigue funcionando.


Circo del aire


¿Había muchos espejos giratorios?
¿Se juntaban las luces plateadas y rosas?
Los jinetes llegaron llorando (resuélvanme
este enigma).
Los jinetes, montando horquillas de oro, lloraron y
siguieron su marcha mientras los planes truculentos
(de caza y combate, helicópteros y bombarderos)
llegaron,
bañados en luz, arrojando banderas—
¿Cada jinete recogió un espejo giratorio?
¿Cada jinete se trenzó con el plateado y el rosa


La cerca


Ya terminaron de construir la casa de piedra frente
al lago y los albañiles comienzan a construir
la cerca.
Las barras de la cerca son de acero y terminan en picos
que pueden matar de una estocada a quienquiera
que
caiga en ellos.
Esta cerca es toda una obra maestra que le cerrará el
paso a la chusma, a los vagabundos, a los
hambrientos y a todos los niños que buscan un
lugar para sus juegos.
Nadie traspasará las picudas barras de acero; excepto
la Muerte, la Lluvia y el Futuro.


Multitudes


Vagué por las montañas y presencié la bruma azul y los
acantilados rojos, y me maravillé.
En la playa, frente al prolongado impulso de la maniobra
sinfín de la marea, permanecí en silencio.
Bajo las estrellas, en la pradera, al ver que el río
Dipper se torcía en el horizonte de los
pastizales, me invadieron los pensamientos.
Hombres grandiosos, espectáculos de guerra y trabajo.
soldados y obreros, madres con sus niños en
brazos — todo esto lo he palpado, y he sentido
las grandes emociones de la gente.
Y luego, un día, miré verdaderamente a la Pobreza,
millones de pobres, pacientes y fatigados; más
pacientes que los acantilados, que las mareas y
las estrellas; innumerables, tan pacientes como
la oscuridad de la noche — también miré todos
los residuos, todas las ruinas postradas de las
naciones.


Lo que se dirá


Lo peor que se dirá de mi ciudad es esto:
Ustedes alejaron a los niños del Sol y del rocío
y de los resplandores que jugaban sobre el pasto
bajo el magno cielo y el derroche de la lluvia.
Ustedes dejaron a los niños entre muros
para ir a trabajar, abatidos y asfixiados,
y conseguir pan o un salario;
para comer el polvo y luego morir
con un corazón vacío; y todo por la
pequeña ayuda que brinda el salario
durante algunas noches de los sábados.


Lamento del tiempo
(fragmento)


Nací cuando el mundo amanecía
y por eso conozco los amaneceres:
el amanecer del valle deseoso
o el amanecer del monte que desea.
Los amaneceres son como las personas;
como el maizal que anhela al maíz
y como el mar que suspira por los barcos.
En cualquier gran deseo de belleza
está tu amanecer,
el mío, el de todos.

El constructor y el caritativo son como
una estrella perdida o el temblor de la Luna,
ellos saben el porqué de buscar en los mares profundos,
han buscado y buscan a sabiendas
de que el amor es un círculo que nunca termina
y miran al amor como una rueda que no cesa
de girar y girar.

El amor puede ser de dura carnalidad
que llora por su deseo; o un delgadito
horizonte de aire, mucho más delgado
que la nívea lana tejida en punto fino,
y más fino que la desvaneciente
neblina azul que soplada
se la lleva el viento de ayer.

Hay hambrientos
para un pan sin nombre,
y están lejos del polvo
de esta dura Tierra,
así como lejos de la hoguera
del sosegado Sol.

Soplen en este instante, vientos, ustedes
que son tan vetustos en el arte de soplar.
El roble que crece a la orilla del río
y el pino posado entre las rocas
mecen sus brazos
con el suave silbido del viento
o con el fuerte rugir del vendaval.

*

El viento esculpe figuras en la arena, y forma
frescos bosquejos que nunca se acaban. El hielo
y el viento son más pacientes que la eficacia.
El hielo es capaz de inclinar montañas
porque es un gigante inmensurable.
El Sol rige las luces del valle y transforma
sombreros en zapatos, y viceversa, antes
de pasear nuestra larga mirada.

*

Los rosados pezones de la Tierra en primavera,
las largas pestañas negras en el rostro del verano,
las mieses sonrientes del otoño leonado,
el silencio de la tierra que se cubre de nieve;
lanzan sus improperios al frío o al calor
de las desnudas posesiones que se visten y se desvisten.
Todo esto lo sabe el mar.
Fuera del mar todos los seres
se arrastran.

*

A las ruedas insertadas en ruedas,
a las hojas envueltas en hojas,
a los vientos que vuelan,
a las hojas serpentinas,
a los engranes de las semillas,
a los disparos espirales de las gotas
de lluvia—
¿qué les puede decir la Tierra giratoria?
¿cómo, un melón, podría dar las gracias;
o la calabaza mandar sus bendiciones?

*

En los arrojos ansiosos del mar dispuso
Dios la precisión y los acordes musicales
que se oyen en las profundidades de
los peces lejanos color violeta
que se mueven entre el destino verdemar
y la promesa azul celeste.
El mar comparte sus riquezas—
¿cómo y con quién?

A estas playas emigran las aves
y a ellas vuelven siempre
siguiendo las frescas curvas del vuelo.
A estas aguas emigran los peces
y a ellas vuelven siempre
sondeando las viejas aguas.
Nacen para el cielo y el mar
y siempre vuelven para renacer.

El mar comparte sus riquezas
por amor a las alas y a las aletas
que siempre regresan al nuevo cielo azul,
que siempre renacen en el nuevo verde mar.

Si la langosta gris-verde pudiera hablar,
¿qué nos diría
de sus secretos?
Si la blanca gaviota pudiera pronunciar una palabra
—¿cuál diría?,
¿qué palabra de blanco plumaje?

*

Entre las formas y sus sombras, en
las marchas forzadas de los animales,
en los espacios abiertos, en lo escondido
y lo medio escondido
¿quién es el cabecilla? ¿Yo? ¿El Hombre?
¿Estoy por encima del género humano?

¿De dónde vine?
¿Qué hago ahora y a dónde iré?
¿Hay alguna forma de regresar?
¿Y a dónde podría desear mi regreso?
¿Me lo han dicho mis sueños o mis anhelos,
al ver lo que fui, al ver lo que soy?
Por esto es que el hombre se habla a sí mismo
sobre lo amargo, lo dulce, lo amargodulce,
y ha escuchado cómo lo comparan:
camina como gallo, es bravo como un león,
fiero como un tigre, terco como una mula,
sórdido como piojo, loco como una pulga,
suave como gatito, viscoso como es el pulpo,
un simple pobre pez.

Y él se dice a sí mismo:
soy sólo un parpadeo, un corazón de pollo,
un cara-de-chango.
Presta atención, y escucharás:
soy una bestia que salió de la selva.
Hombre soberbio como un pavo real
que se mira en espejos que él mismo hace.

Pero no soy sino la suma de todos los animales.

Una mezcla de sombras de lavanda con gorilas lejanos.
La selva llora su muerte súbita o lucha
—como las límpidas crías que viven en ella,
entre los matorrales. Mezcla al remoto pasado y
verás a las crías saliendo del fango marino.
Ponte en el verde del mar incansable.
Resaltará el cloro y las místicas sales,
lo que formó a los vertebrados.
Largo camino de los mamíferos masticando a sus
víctimas para dar de comer a sus cachorros
la leche del pecho.
Padres y madres que lucharon con hambre y,
entre ellos, se cortaron la yugular.
Sobre la tierra y sobre las mujeres
apareció la risa y el lenguaje.
Piensa que este misterio no tiene final,
y luego agrégale el misterio.
El recuerdo va lejos.
Tengo pies, alas y aletas.
Vivo sobre la tierra, en
el mar y entre el aire.
Yo corro, vuelo, me escabullo,
acecho y mato para comer.
Soy el primero
entre los que matan y comen.
Soy el cabecilla.

¿De dónde salió este fardo que cargo desde ayer?
¿Qué son los sueños pasados? ¿Quejas? ¿Sombras?
¿Qué jerga, qué farfullada, debo olvidar?
He sido un turbio plasma dentro del mar,
me torcía torpemente, dejaba de ser torpe
y volvía a la torpeza. He sido
una maraña que fluctúa y se frota,
que pulula y se divide
para volver a vivir.
He sido una gota gelatinosa que se incomoda
con el golpe plateado de la luz, y canté:
Ser-Ahora Ahora-Ser-Ser-Ahora Ser.

He sido un niño que se arrulla
chapoteando en el fango del mar
y estuve pegado a una concha
esperando que la marea
me trajera de comer.

He sido un pez pequeño comido por el grande
y yo mismo, de un rápido bocado
me he comido a diez peces más chicos que yo.

He sido un camarón, entre millones,
para alimentar a un millón de pececitos
y terminar en panzas de grandes peces.
En los siete mares, en un vasto
y abatido mar de la Tierra,
he comido y me han comido,
he trabajado y haranganeado.

Viví entre el mar y la tierra,
nadé y me arrastré,
tuve aletas y piernas.

Viajé con montones de gusanos de tierra
pulverizando las piedras calizas
hasta hacerlas arcilla.

Encajado como un tornillo
me transformé en espiral
pura: imagen
de lo que no tiene principio
y nunca termina.
"Esta es la imagen con la que vivo,
es mi forma exterior para estar aquí,
mientras mi seca interioridad
me lanza al torbellino
del aire diáfano".
He viajado
entre astillas y lodo
y correas ondulantes
para construirme una casa
sobre un arbusto.

He subido al cielo azul
con una alondra por compañera,
en el amanecer de un verano,
y caímos gorjeando
sobre las ramas de un platanal.

Las aves oropéndolas me consideraron
de su especie.
Las garzas me enseñaron a ponerme de pie
y a revolearme en el pasto
para limpiar mis alas y elevarme
con las patas hacia atrás.

Yo fui un pelícano torpe
que voló muy bajo
por la costa de la Florida
cargando a su cachorro.

Estuve entre flamingos color de rosa,
en inmensas lagunas,
contemplando la salida del Sol.

Soy tan negro como un cuervo graznante.
Me embriago con los trigos matinales
de los gorriones y los sinsontes y con
el gorjeo de los cardenales y con el silbido
del pájaro rojo que vuela entre bosques de pinos
al principio de abril en Wisconsin.

He trabajado en el servicio de limpieza,
en los basureros del mar y de la tierra.
La langosta rojiverde me dijo
cómo se gana en la sobrevivencia.
Me escabullí entre majaderos y abúlicos
clavándole mi pico a la carroña de un caballo
Me alimenté donde mis tatarabuelos
se han alimentado.

Conozco las cuasi-palabras lánguidas
de la mosca, de la pulga,
del chaquiste y del mosquito.
Estuve en una carnada de vampiros
e hice lo que la sed ciega
me ordenó que hiciera.
Un piojo ansioso de su rojo alimento
me dijo que encontraba
muchos nutrientes en mi sangre.
Formé pandillas con los gusanos
para limpiar los cadáveres hasta
dejarles los huesos relucientes.

Soy un saltamontes que en un brinco
pasa sobre cien saltamontes.
Yo susurro con las abejas diligentes
bajo el pesado Sol
en los huertos de manzanas.
Haranganeo con otros insectos saltarines
aparentando conocer las solemnidades.
Trepo con las arañas por escaleras,
nidos y marcos de ventanas,
con los hilos que yo mismo fabrico.
Soy la hormiga que construye
recámaras y galerías arquitectónicas.
Soy huevo, capullo, polilla.
Cuento mis anillos negros y amarillos de oruga
Me muevo poco a poco con los gusanos
y avanzo kilómetros perlados de verde
en los meses de verano.
Me he arrastrado por senderos cenizos
de gorgojos y otros insectos barrenadores
comiéndome lo que dejan en el camino
Nací fuera de tiempo, en la mañana;
y en la tarde, por mi vejez, morí.
Volví a nacer convertido en polilla
con círculos dorados sobre mis alas
de lavanda.
He zigzagueado entre insectos color agua
entre los blancos lotos y los nenúfares.
De mi garganta plateada, en el rocío
del amanecer, salió una llamarada latigueante,
una y otra vez, como si una lenta Luna
de oro marcara el tiempo de la ascención.


Chicago


Cochina carnicera del mundo,
fabricante de herramientas,
granero de trigo.
Juegas con los trenes y con
el flete comercial de la nación.
Despellejada, tormentosa, alborotada,
ciudad de espaldas anchas:

Me dicen que eres impía, y yo lo creo, pues he visto a tus
mujeres pintarrajeadas, bajo faroles, engatusando a los
jóvenes rancheros.
También me dicen que estás torcida y yo respondo: Sí, es
verdad, pues he visto a sus pistoleros que asesinan y son
puestos en libertad para volver a asesinar.
Y me dicen que eres bestial y yo respondo: En los rostros
de mujeres y niños he visto huellas del hambre
desenfrenada.
Y después de responder eso, miro a los que hacen
escarnio de mi ciudad y les regreso su escarnio
diciendo:
Muéstrenme otra ciudad con la frente en alto que cante
con orgullo por estar viva y tosca y fuerte y ser
una marrullera.
Arrojando improperios magnéticos en medio de la
faena que amontona trabajo sobre trabajo, está
un gran zángano.
Temerario que obstinadamente resplandece en
suaves
ciudades chicas;
Fiereza de perro con su lengua lamiendo la acción,
solapado
como un abismo salvaje en contra del salvajismo,
Cabeza rapada,
Mercenaria,
Náufraga,
Calculadora
Que construye destruye y reconstruye
Bajo el humo, con tierra en la boca, mostrando sus
dientes blancos en la carcajada,
Bajo la carga terrible del destino, riendo a carcajadas
como sólo la juventud sabe reír
Riendo con la ignorancia del combatiente que ríe porque
nunca ha perdido una batalla
Jactancia y carcajada que marca el pulso en su muñeca
y bajo sus costillas late el corazón del pueblo.
¡Carcajada!
Carcajada tormentosa, robusta, risa alborotada de la
Juventud, medio desnuda, sudorosa, con el orgullo
de ser una cochina carnicera, fabricante de
herramientas, granero de trigo, la que juega con
trenes, flete comercial de la nación.