Mag
Que Dios hubiera impedido nuestro encuentro, Mag. Que nunca hubieras abandonado tu trabajo por venirte conmigo. Que nunca hubieras tenido permiso ni vestido blanco para casarte el día que perseguimos al juez y le dijimos que nos amaríamos y nos cuidaríamos siempre y tanto como perduran el sol y la lluvia. Sí, ahora deseo que tú vivieras lejos, y que yo fuera un bulto entre puñetazos a mil quinientos kilómetros de aquí, muerto y despedazado. Que los niños nunca hubieran venido. Nunca hubiera pagado por la casa, el carbón. la ropa. Que nunca hubiera visto al abarrotero cobrando frijoles y ciruelas. Que Dios nunca me hubiera dejado verte, Mag. Que Dios les hubiera impedido nacer a los niños.
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