Ladran los pájaros en el aire clausurado. Llegan los pájaros con sus plumas de gorrión o de gaviota. Solamente pájaros arrastrando su vuelo detrás de gritos y chillidos que brotan del desorden. La mañana es una piel luminosa con agrios perfumes de basurales abiertos. Y este Sol de ahora es todavía el mismo color del Sol que tocamos ayer: rojo como lengua de pájaro ocre como corazón de pájaro amarillo como hígado de pájaro blanco como silencio de pájaro transparente como muerte de pájaro que muere en medio de su canto calcinado. Ladran los pájaros al entrar en la quietud del viento. Cada punto del cielo se cierra como una boca amarga. Y este dolor de brazos de sopesadas vestimentas de invencibles zapatos de ojos irrenunciables de jugos cotidianos permanece en nosotros largamente: somos más que una rápida sombra más que el calor de nuestros pies sobre la calle: pájaros tal vez de lo terrestre profundo pájaros que viajan levantando en el pico un pedazo de hombre ensangrentado.
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