—debemos borrar tantas palabras inventar un sonido que no sea el simple acuerdo o el oscuro contrato entre dos letras —deben morir las formas vivas la tibieza del pájaro los temblores de la boca la piel latiendo desde el corazón y su nostalgia ociosa las flores que sorben el agua turbia confundida normalmente con la sangre —deben claudicar la trascendencia insólita el adjetivo estridente el sublime concepto y el orgasmo y la humildad y el tedio y la locura —y las musas (venales corrompidas puras hermosísimas hipócritas) deben ser entregadas a aquellos que solamente han aprendido a poseerlas —debemos borrar tantas palabras y morder la raíz de cada sueño y lograr el perfume no la rosa y repudiar las llamas y alcanzar el fuego. —para quien toda lucha es siempre un signo una vibrante señal de advenimiento un gesto de astronauta sostenido en las sombras finales que a la tierra llaman —para quien crece de pie entre los suyos que aun no comprenden el exacto por qué de su estatura —para quien abre territorios con su grito y queda en el silencio postergado —para quien lleva distancia en la mirada y la extiende en caminos y se aparta —para quien designa banderas tomando los poderes del aire o del recuerdo —para quien en su lecho se abandona a todos los misterios —para quien sabe con dolor desprenderse de lo humano y pierde su condición y su fiebre enrarecida y su vieja sustancia y deja de temer porque así nace —para quien desciende en lo terrible de la carne donde su eterno rostro está multiplicándose —para quien sólo aprende a desnudar su terco hueso y no canta y no puede esperar porque la muerte porque el hambre porque el amor y la bomba total y muchas cosas —para quienes ya no creen en las palabras debemos borrar toda palabra.
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